La
prostitución se consideraba indispensable para el buen
funcionamiento de la sociedad romana, ya que cumplía una función de
regulación social que permitía canalizar los impulsos sexuales
masculinos, impidiendo llevar a cabo relaciones sexuales ilícitas
dentro del grupo de las castas e idealizadas matronas,
el ideal femenino oficial de la sociedad romana, que representaba a
la fiel esposa y la madre devota. Recurrir a ella no era nada
deshonroso y, por ello, la prostitución era perfectamente visible en
la sociedad romana. Catón el Viejo escribió que "es
bueno que los jóvenes poseídos por la lujuria vayan a los burdeles
en vez de tener que molestar a las esposas de otros hombres".
Las
prostitutas pagaban impuestos, tenían que inscribirse en registros
para llevar a cabo su actividad (llegaron a contabilizarse más de
30.000) y hasta celebraban su propio día de festividad: el 23 de
diciembre.
El
precio de un servicio era relativamente barato (las tarifas
equivalían a las de una copa en un taberna) con lo que los burdeles
se convirtieron en lugares idóneos para la clase media.
Prácticamente realizaban cualquier tipo de servicios, aunque el más
costoso, al ser para ellas el más repugnante, era la felación. Los
prostíbulos estaban señalizados en la calle con un enorme falo
sobre la calzada, que era iluminado por la noche y que, generalmente,
era decorado con murales alusivos al sexo. En las puertas de las
habitaciones (o fornices*)
era habitual encontrar una lista de precios y servicios y un dibujo
en el que se hacía referencia a su especialidad. Aparte de los
lupanares, que tenían licencia municipal, el sexo podía también
tener lugar en las calles (la palabra prostituta
viene de pro statuere
y significa estar
colocado delante,
mostrarse),
y en otros lugares públicos.
Las prostitutas que estaban
registradas en las listas públicas eran conocidas como meretrices
mientras que las prostibulae
ejercían su profesión donde podían, librándose del impuesto.
Dependiendo de los lugares donde ejercían eran conocidas como
ambulatarae
(recibían ese nombre por trabajar en la calle o en el circo), lupae
(trabajaban en los bosques cercanos a la ciudad), bustuariae
(se encontraban en los cementerios), fornicatrices
(las que ejercían
bajo los arcos* de puentes o edificios) o forariae
(que trabajaban en los caminos rurales próximos a Roma y sus
principales clientes eran los viajeros).
Las prostitutas de más alta
categoría eran conocidas como delicatae
y tenían entre sus clientes a senadores, negociantes o generales.
También había prostitutos. De hecho, las prostitutas romanas se
quejaban de la competencia de estos últimos. En efecto, contratar a
un joven agraciado salía bastante más caro porque se consideraba
una mercancía de gran calidad.
*El
verbo fornicar, según las fuentes, puede provenir de las fornices,
que eran las celdas donde las prostitutas recibían a sus clientes, o
del término fornix,
que sigifica
arco.
http://www.historia-del-arte-erotico.com/romano/index.htm
http://gara.naiz.info/paperezkoa/20110105/241213/es/En-Antigua-Roma-aceptar-penetracion-era-situarse-una-posicion-inferioridad-social
http://www.historia-del-arte-erotico.com/romano/index.htm
http://gara.naiz.info/paperezkoa/20110105/241213/es/En-Antigua-Roma-aceptar-penetracion-era-situarse-una-posicion-inferioridad-social
No hay comentarios:
Publicar un comentario