martes, 15 de junio de 2010

La revolución sueca, Wicksell y la inmaculada concepción

Con la crisis salgo poco y me ha dado por la economía. Cada cual tiene sus vicios (sin hacer mención a otros apéndices) y a mí no me gusta er furbo.

Últimamente estoy leyendo sobre los distintos modelos que se ensayaron para superar la crisis de 1929.

Es habitual que en los textos de economía o de historia económica, se trate esta cuestión centrándose en la figura del gran teórico llamado John Maynard Keynes. Según él, cuando se produce una depresión, el gobierno puede y debe tomar medidas eficaces para subsanarla mediante la promoción de la demanda, recurriendo a gastos públicos, más allá del límite de los ingresos disponibles (esto es, a través del déficit).

Sin embargo, antes de Keynes, un grupo de economistas suecos había proyectado y aplicado en su país el nuevo modelo económico. Abandonando la esperanza de que el Banco Central, reduciendo los tipos de interés, pudiera inducir un aumento efectivo de la inversión, el gasto y la demanda, estos economistas afirmaron que en tiempos de depresión convenía desequilibrar el presupuesto estatal para que el excedente de los gastos sobre los ingresos contribuyera a sostener la demanda y el empleo. No sé a qué me recuerda todo esto.

La cuestión es que Suecia superó la crisis y sirvió de modelo a numerosos países. Podría decirse que la revolución keynesiana debe denominarse, por lo tanto, la revolución sueca.

El fundador e inspirador de la escuela sueca fue Knut Wicksell (1851-1926)

La originalidad de Wicksell consistió, en primer lugar, en un cambio de perspectiva. Mientras que en la economía dominante en su tiempo, la teoría de la oferta y la demanda proviene principalmente de la microeconomía de los mercados, Wicksell afrontará la construcción de un cuadro macroeconómico en el que la oferta agregada y la demanda agregada desempeñan el papel esencial. En segundo lugar, el camino seguido por Wicksell consiste en un cambio metodológico. Mientras que la economía neoclásica es en primer lugar una economía estática y del equilibrio, las teorías de Wicksell se construyen fundamentalmente a partir de la dinámica y del desequilibrio.


Wicksell también fue heterodoxo en otros sentidos. En 1908, un joven anarquista fue a prisión por blasfemar en público, lo que, en aquella época, constituía un delito en Suecia. Aquello le pareció indignante porque la ley y la decisión del tribunal violaban la libertad de expresión reconocida por la constitución. Y no se le ocurrió nada mejor para denunciar el hecho que asumir él mismo el papel de blasfemo. Unos meses después, se anunció en Estocolmo una conferencia a cargo de Knut Wicksell con el prometedor título de "El trono, el altar, la espada y la bolsa de dinero". El éxito de audiencia fue grande. Pero sus consecuencias traerían no pocos quebraderos de cabeza al conferenciante: en el curso de su intervención aprovechó el momento para satirizar sobre la explicación bíblica de la concepción de Jesucristo, sin olvidar dedicar algunas observaciones irónicas al papel de San José y del Espíritu Santo. Fue procesado y condenado a dos meses de prisión. De una forma muy civilizada, eso sí, le permitieron elegir la prisión que quisiera para cumplir su condena; aprovechó su estancia allí, con casi sesenta años de edad, para redactar un ensayo sobre la teoría de la población y sus cambios.