domingo, 26 de mayo de 2013

¿Quién inventó la ropa?

Muchos documentales televisivos, películas o ilustraciones sobre la Edad de Piedra (paleolítico) no parece que sean muy realistas sobre cómo vestían nuestros antepasados.
Tenemos agujas de hueso finamente trabajadas de hace 20.000 años que probablemente servían para coser pieles pero también para otras labores como el bordado; en Sunghir, Rusia, los cuerpos de una niña y un niño estaban cubiertos de miles de cuentas de marfil y dientes de zorro perforados que debían formar parte de su vestimenta, en un enterramiento de hace 28.000 años. 
Los ornamentos de piedra, de conchas o de dientes de animales, se encuentran colocados en las cabezas y torsos de los cadáveres, en vez de, por ejemplo, en las piernas, lo que muy probablemente coincide con cómo se usaban en vida.
En este periodo (gravetiense) se utilizaban fibras vegetales para elaborar tejidos, cestería, cordajes y redes. Además, la variedad de tipos y estilos de los tejidos sugieren una larga tradición. En una cueva de la República de Georgia (Dzudzu Ana) en el año 2009 se encontraron restos de la que podría ser la prenda de ropa más antigua hallada hasta la fecha. Se trata de pequeñas fibras de lino de 34.000 años que, según los investigadores, fueron utilizadas por el ser humano para fabricar su vestimenta, cestas o zapatos, confeccionar lo que actualmente se conoce como «ropa de hogar» o como cordelería. Algunas estaban teñidas de negro, gris, turquesa e incluso rosa. Algunos autores plantean que el verdadero origen debemos situarlo, por lo tanto, en periodos más antiguos (y más fríos).
Los neandertales vivieron en Europa en periodos de temperaturas muy bajas y debieron protegerse para mantener el calor corporal.

Un estudio realizado por la Universidad de Harvard hace una década se centró en lo que hoy en día usan los cazadores-recolectores de acuerdo al clima local, y construyó un modelo de predicción de lo que los neandertales habrían necesitado para mantenerse calientes. Incluso después de tener en cuenta que los neandertales fueran capaces de resistir mejor el frío, los resultados sugieren que habrían necesitado cubrir al menos el 80% de su cuerpo durante los periodos glaciares, especialmente en manos y pies.
Otra línea de investigación para conocer el origen de la vestimenta es el estudio de los piojos. Los piojos del cuerpo se adaptan para vivir en la ropa, por lo que deben haber evolucionado una vez que los seres humanos comenzaron a usarlos. Pruebas de ADN sugieren que esto sucedió hace al menos 170.000 años y que nuestra especie debe haber estado usando ropa incluso antes de las evidencias arqueológicas más antiguas.

miércoles, 8 de mayo de 2013

El origen del hombre: la hipótesis del mono acuático

Alister Hardy
Es una de las ideas evolutivas más originales que se han propuesto: los seres humanos somos simios anfibios que perdimos la piel, comenzamos a caminar erguidos y desarrollamos grandes cerebros, debido a que nuestro origen se encuentra en el agua.
Es la hipótesis del simio acuático y, aunque ha sido despreciada por algunos académicos en los últimos 50 años, todavía está respaldada por un pequeño, pero comprometido, grupo de científicos. 
"Los seres humanos son muy diferentes de otros simios", dice Peter Rhys Evans, "carecemos de pelo, caminamos erguidos, tenemos grandes cerebros y grasa subcutánea, y una laringe descendida, una característica común entre los animales acuáticos pero no entre los simios".
Modelos evolutivos estándar sugieren que estas diferentes características aparecieron en momentos distintos y por diferentes razones. La hipótesis del simio acuático, argumentan todos ellos, se basa en que nuestros antepasados decidieron vivir en o cerca del agua durante cientos de miles o posiblemente millones de años.
La hipótesis fue propuesta por primera vez en 1960 por el biólogo británico Alister Hardy, quien creía que los simios descendieron de los árboles para vivir, no en la sabana, como se supone generalmente, sino en los arroyos crecidos, en los márgenes de los ríos y en las costas marinas, esto es, en algunas de las fuentes de alimentos más ricas de la Tierra. Para mantener la cabeza fuera del agua desarrollaron la postura erguida y liberaron sus manos para hacer herramientas y así romper y abrir los mariscos. Luego perdieron su vello corporal y, en su lugar, desarrollaron una espesa capa de grasa subcutánea para mantener el calor corporal en el agua.
Desde entonces, los científicos han añadido a otros atributos humanos un origen acuático, como Peter Rhys Evans, experto en fisiologia de la cabeza y el cuello en el Hospital Royal Marsden de Londres que considera que "Los seres humanos tienen senos paranasales particularmente grandes, espacios entre el cráneo, nuestras mejillas, la nariz y la frente. Esto no tiene sentido si no consideramos la perspectiva evolutiva: nuestros senos paranasales actuaron como ayudas a la flotación, es decir, ayudaron a mantener la cabeza por encima del agua".
Otros paleontólogos rechazan partes de la teoría: uno o dos rasgos humanos podrían haber surgido, dado que nuestros ancestros escogieron sus hábitats cerca del mar, pero todo el conjunto de atributos -la falta de pelo, la postura erguida, grandes cerebros, senos paranasales- resultaría prácticamente imposible.

Más en http://www.guardian.co.uk/science/2013/apr/27/aquatic-ape-theory-primate-evolution y en http://terraeantiqvae.com/

jueves, 2 de mayo de 2013

Kapferer y los rumores

Jean Nöel Kapferer considera (en su libro Rumores de 1989) que el rumor siempre conduce al error y que al circular se aleja de la verdad, tanto en sentido literal como figurado. Representa así una distorsión de lo real.
Los rumores pueden basarse en la verdad porque su característica fundamental es que se trata de una información que el poder no controla. Kapferer define el rumor como la aparición y circulación en la colectividad de informaciones que aún no han sido confirmadas o desmentidas públicamente por las fuentes oficiales. Dado su carácter no oficial, el rumor comienza a circular necesariamente fuera de los canales habituales de los grandes medios de comunicación, normalmente (aunque no siempre) por la transmisión boca a boca.

En su libro, sin embargo, cuenta el recorrido de una (insulsa) noticia que se transforma en un espectacular titular.

Durante la Primera Guerra Mundial, el periódico alemán Kölnische Zeitung informa de la toma de la ciudad de Amberes por el ejército alemán: “Las campanas [alemanas] sonaron con la noticia de la caída de Amberes“. Basándose en esta noticia, el diario francés Le Matin informó como sigue: “Según el Köilnische Zeitung, los párrocos de Amberes se vieron obligados a tocar sus campanas una vez que las defensas habían caído“. El tumo tocó entonces al londinense The Times, que daba su versión: “Según Le Matin, que reproduce una noticia de Colonia, los sacerdotes belgas que se negaron a hacer volar sus campanas después de la caída de Amberes han sido depuestos de sus funciones“. La noticia se va complicando cuando la hace pública el italiano Corriere de la Sera: “Según The Times, que cita noticias de Colonia comentadas en París, los desafortunados sacerdotes que se negaron a hacer sonar sus campanas han sido condenados a trabajos forzados“. Pero la cuestión queda rematada cuando de nuevo Le Matin informa sobre el suceso: “Según una información del Corriere de la Sera, vía Colonia y Londres, se ha confirmado que los bárbaros ocupantes de Amberes han castigado a los sacerdotes que heroicamente se negaron a repicar las campanas, colgándolos de ellas con la cabeza hacia abajo, como un badajo vivo
 
Kapferer, Jean-Noël: Rumores.  Plaza & Janes, Barcelona, 1989