Alister Hardy |
Es una de las ideas evolutivas más originales que se han propuesto: los seres humanos somos simios anfibios que perdimos la piel, comenzamos a caminar erguidos y desarrollamos grandes cerebros, debido a que nuestro origen se encuentra en el agua.
Es la hipótesis del simio acuático y, aunque ha sido despreciada por algunos académicos en los últimos 50 años, todavía está respaldada por un pequeño, pero comprometido, grupo de científicos.
"Los seres humanos son muy diferentes de otros simios", dice Peter Rhys Evans, "carecemos de pelo, caminamos erguidos, tenemos grandes cerebros y grasa subcutánea, y una laringe descendida, una característica común entre los animales acuáticos pero no entre los simios".
Modelos evolutivos estándar sugieren que estas diferentes características aparecieron en momentos distintos y por diferentes razones. La hipótesis del simio acuático, argumentan todos ellos, se basa en que nuestros antepasados decidieron vivir en o cerca del agua durante cientos de miles o posiblemente millones de años.
La hipótesis fue propuesta por primera vez en 1960 por el biólogo británico Alister Hardy, quien creía que los simios descendieron de los árboles para vivir, no en la sabana, como se supone generalmente, sino en los arroyos crecidos, en los márgenes de los ríos y en las costas marinas, esto es, en algunas de las fuentes de alimentos más ricas de la Tierra. Para mantener la cabeza fuera del agua desarrollaron la postura erguida y liberaron sus manos para hacer herramientas y así romper y abrir los mariscos. Luego perdieron su vello corporal y, en su lugar, desarrollaron una espesa capa de grasa subcutánea para mantener el calor corporal en el agua.
Desde entonces, los científicos han añadido a otros atributos humanos un origen acuático, como Peter Rhys Evans, experto en fisiologia de la cabeza y el cuello en el Hospital Royal Marsden de Londres que considera que "Los seres humanos tienen senos paranasales particularmente grandes, espacios entre el cráneo, nuestras mejillas, la nariz y la frente. Esto no tiene sentido si no consideramos la perspectiva evolutiva: nuestros senos paranasales actuaron como ayudas a la flotación, es decir, ayudaron a mantener la cabeza por encima del agua".
Es la hipótesis del simio acuático y, aunque ha sido despreciada por algunos académicos en los últimos 50 años, todavía está respaldada por un pequeño, pero comprometido, grupo de científicos.
"Los seres humanos son muy diferentes de otros simios", dice Peter Rhys Evans, "carecemos de pelo, caminamos erguidos, tenemos grandes cerebros y grasa subcutánea, y una laringe descendida, una característica común entre los animales acuáticos pero no entre los simios".
Modelos evolutivos estándar sugieren que estas diferentes características aparecieron en momentos distintos y por diferentes razones. La hipótesis del simio acuático, argumentan todos ellos, se basa en que nuestros antepasados decidieron vivir en o cerca del agua durante cientos de miles o posiblemente millones de años.
La hipótesis fue propuesta por primera vez en 1960 por el biólogo británico Alister Hardy, quien creía que los simios descendieron de los árboles para vivir, no en la sabana, como se supone generalmente, sino en los arroyos crecidos, en los márgenes de los ríos y en las costas marinas, esto es, en algunas de las fuentes de alimentos más ricas de la Tierra. Para mantener la cabeza fuera del agua desarrollaron la postura erguida y liberaron sus manos para hacer herramientas y así romper y abrir los mariscos. Luego perdieron su vello corporal y, en su lugar, desarrollaron una espesa capa de grasa subcutánea para mantener el calor corporal en el agua.
Desde entonces, los científicos han añadido a otros atributos humanos un origen acuático, como Peter Rhys Evans, experto en fisiologia de la cabeza y el cuello en el Hospital Royal Marsden de Londres que considera que "Los seres humanos tienen senos paranasales particularmente grandes, espacios entre el cráneo, nuestras mejillas, la nariz y la frente. Esto no tiene sentido si no consideramos la perspectiva evolutiva: nuestros senos paranasales actuaron como ayudas a la flotación, es decir, ayudaron a mantener la cabeza por encima del agua".
Otros paleontólogos rechazan partes de la teoría: uno o dos rasgos humanos podrían haber surgido, dado que nuestros ancestros escogieron sus hábitats cerca del mar, pero todo el conjunto de atributos -la falta de pelo, la postura erguida, grandes cerebros, senos paranasales- resultaría prácticamente imposible.
Más en http://www.guardian.co.uk/science/2013/apr/27/aquatic-ape-theory-primate-evolution y en http://terraeantiqvae.com/
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