sábado, 31 de diciembre de 2016

Maquiavelo. El mayordomo del diablo

Maquiavelo desempeñó durante varios años el cargo de Secretario de la Cancillería de Florencia, lo que le permitió conocer, entre otros, a César Borgia. Precisamente, por su nunca disimulada admiración hacia este turbio personaje llegó a ser apodado como «el mayordomo del diablo».
http://judithvergaragarcia.wixsite.com/judith-vergara/drawings

Gracias a su intensa actividad diplomática, Maquiavelo conoció los secretos de la vida política, en la que, según él, predominan la manipulación y el engaño, y acabó desarrollando una filosofía política de corte realista que ensalza la razón de Estado, pues lo único importante para cualquier estadista es conservar el poder y mantener el orden. El príncipe deberá ser ante todo un estratega que sepa calcular sus acciones con vistas al único resultado que interesa: el éxito. Los fines, por tanto, justifican los medios.
Con una visión tan descarnada y pesimista de la política y de la condición humana, no es extraño que circule la siguiente leyenda en torno a su muerte: se dice que, ya enfermo y poco antes de morir, Maquiavelo soñó que estaba muerto. En su sueño, tuvo acceso a la visión del paraíso y del infierno. En el paraíso moraban los hambrientos, los mansos y los pobres de espíritu, mientras que el infierno estaba repleto de filósofos, libertinos y hombres de Estado. Cuando Maquiavelo contó su extraña visión, alguien le preguntó que dónde preferiría pasar él la eternidad. 
-Sin lugar a dudas, prefiero la compañía de papas, príncipes y reyes a la de frailes, mendigos y apóstoles.
Maquiavelo fue además un auténtico precursor del trabajo de los analistas políticos y columnistas de nuestros días: «todos estos príncipes nuestros tienen un propósito, y puesto que nos es imposible conocer sus secretos, nos vemos obligados en parte a inferirlo de las palabras y los actos que cumplen, y en parte a imaginarlo» (carta a Francesco Vettori, julio de 1513).
González Calero, Pedro: Filosofía Para Bufones. Ariel, Barcelona, 2007
https://es.wikipedia.org/wiki/Nicol%C3%A1s_Maquiavelo

viernes, 30 de diciembre de 2016

El sesgo de confirmación

http://www.swiss-miss.com/2016/09/unusual-backpack.html
En 1979, un equipo de la Universidad de Stanford llevó a cabo un experimento con sujetos que tenían una opinión muy formada sobre la pena capital, con la mitad de ellos a favor y la mitad en contra.
Cada uno de estos sujetos leyó las descripciones de dos estudios: una comparación de los estados de los Estados Unidos con y sin pena de muerte y una comparación de las estadísticas de asesinatos en un estado antes y después de la introducción de la pena de muerte. Tras una lectura rápida de la descripción de cada estudio, se les preguntó a los sujetos si sus opiniones habían cambiado. Después leyeron una relación mucho más detallada del procedimiento de cada estudio y tuvieron que considerar en qué medida consideraban bien elaborada y convincente la investigación. 
De hecho, los estudios eran ficticios. A la mitad de los sujetos se les dijo que una clase de estudio apoyaba el efecto disuasorio y que el otro lo había minado, mientras que a otros sujetos se les presentaron las conclusiones cambiadas.
Los sujetos, tanto los defensores como los detractores, relataron un ligero cambio en sus posiciones en la dirección del primer estudio que habían leído. Una vez que leyeron las descripciones más detalladas de los dos estudios, casi todos volvieron a sus creencias originales, independientemente de las pruebas aportadas, resaltando los detalles que apoyaban su punto de vista y desatendiendo cualquier detalle contrario. Los sujetos describieron los estudios que apoyaban su punto de vista preexistente como superiores a aquellos que lo contradecían, de modo detallado y específico. Escribiendo sobre un estudio que pareció minar el efecto disuasorio, un defensor de la pena de muerte escribió: «La investigación no cubrió un período lo suficientemente largo de tiempo», mientras que un detractor comentó sobre el mismo estudio: «No hay ninguna prueba fuerte que pueda contradecir las investigaciones que se han presentado».
Los resultados ilustraron que la gente establece estándares más altos en las pruebas para hipótesis que están en contra de sus expectativas vigentes. Este efecto, conocido como «sesgo de desconfirmación», ha sido apoyado por otros experimentos, como el de Taber y Lodge (2006)
Antes de las investigaciones actuales, el fenómeno ya había sido observado de manera anecdótica por escritores, como el historiador griego Tucídides, que escribió en Historia de la Guerra del Peloponeso: «Pues los hombres tienen por costumbre (…) rechazar con razonamientos lo que no les gusta».
https://www.instagram.com/p/BOWS3bTglgj/
También, un pequeño cambio en la formulación de una pregunta puede afectar al modo en el que se busca entre la información disponible y las conclusiones que se alcanzan. 
Eldar Shafir (de la Universidad de Princeton) lo demostró en 1993 usando un caso ficticio de custodia infantil. 
Los sujetos leyeron de múltiples maneras que el padre A era razonablemente adecuado para ser el tutor. El padre B tenía una mezcla de cualidades destacadas positivas y negativas: una relación cercana con el niño pero a su vez un trabajo que le alejaría de él durante períodos largos. Cuando preguntaron «¿Qué padre debería tener la custodia del niño?», el sujeto buscó atributos positivos y una mayoría escogió al padre B. Sin embargo, cuando la pregunta era «¿a qué padre se le debería negar la custodia del niño?» buscaron atributos negativos y de nuevo una mayoría contestó que el padre B, lo que implicaba que el padre A debería tener la custodia.

Imágenes y fuentes:

miércoles, 28 de diciembre de 2016

Murphy sabe de lo que habla

https://www.instagram.com/paulbobko/
A quienes tienen miedo a los aviones, posiblemente les alegrará saber que Edward A. Murphy, iniciador en 1949 de la colección de leyes catastrofistas que llevan su nombre, era un ingeniero aeronáutico del Air Force Project MX981, un proyecto diseñado para comprobar cuánta deceleración es capaz de soportar una persona en un accidente.
Los experimentos de Murphy se realizaban en tierra. Uno de éstos involucraba el funcionamiento de dieciséis acelerómetros montados en diferentes partes del cuerpo del sujeto. Había dos maneras de montar el sensor, y alguien se dedicó, minuciosamente, a instalar mal los dieciséis. Cuando el experimento fracasó, Murphy lanzó su frase: «Si hay dos o más maneras de hacer algo, y una de ellas puede provocar una catástrofe, entonces alguien la hará».
El sujeto del experimento, el mayor John Paul Stapp, citó la frase unos días más tarde en una rueda de prensa, y al cabo de los meses era una frase común dentro de la ingeniería aeronáutica. La versión de la ley de Murphy «si algo puede ir mal, irá mal», parece ser una versión anterior que ya era común entre los ingenieros.
A John Paul Stapp también se le atribuye una frase que aporta su grano de arena al desaliento: «La universal aptitud para la ineptitud hace de cada éxito humano un increíble milagro».

martes, 27 de diciembre de 2016

Descartes. De la duda metódica al Vaticano

https://dostercios.aminus3.com/
Descartes se pro­pu­so dudar de todo aquello de lo que fuera posible dudar con la intención de encontrar una verdad que fuera incuestionable. Y así, advirtió que era posible dudar de la existencia de un mundo exterior a nuestros pensamientos e incluso de las verdades matemáticas. Pero también llegó a la conclusión de que por muy exhaustiva y metódica que sea nuestra duda nunca podremos dudar de que estamos dudando. Puestos a dudar, por tanto, podemos dudar de todo menos de la propia duda.
Como dudar es una forma de pensar, Des­car­tes afirmó aquello de «pienso, luego existo». Y a partir de esta primera evidencia, creyó que podía demostrar la existencia de Dios, de donde deducía luego la existencia del mundo extramental. Con ello, Dios se convierte para Descartes en el garante de nuestro conocimiento del mundo.
No es extraño que Bor­ges sentenciara a propósito de esto: «Yo creo que el rigor de Descartes es aparente o ficticio. Y eso se nota en el hecho de que parte de un pensamiento riguroso y al final llega a algo tan extraordinario como la fe católica. Parte del rigor y llega… al Vaticano».
Descartes ha sido llamado «el filósofo enmascarado» porque tanto su vida como su obra estuvieron envueltas en disfraces. El mismo escribió: «De igual manera que los comediantes llamados a escena se ponen una máscara, para que nadie vea el pudor reflejado en su rostro, así yo, a punto de entrar en este teatro del mundo del que hasta ahora sólo he sido espectador, avanzo enmascarado».
https://dostercios.aminus3.com/
Su método filosófico y científico establece una clara ruptura con la escolástica que se enseñaba en las universidades. Está caracterizado por su simplicidad —en su Discurso del método únicamente propone cuatro normas— y pretende romper con los interminables razonamientos escolásticos. Toma como modelo el método matemático, en un intento de acabar con el silogismo aristotélico empleado durante toda la Edad Media.
Intentó sortear la censura, disimulando de modo parcial la novedad de las ideas sobre el hombre y el mundo que exponen sus planteamientos metafísicos, unas ideas que supondrán una revolución para la filosofía y la teología.
Muchas de las precauciones que Descartes tomó a la hora de presentar en sociedad sus descubrimientos tenían que ver con el miedo a ser objeto de la persecución eclesiástica. Así, en 1633, cuando supo que Galileo había sido condenado por la Inquisición, decidió paralizar la publicación de su obra. Según cuenta W. Weischedel, llegó a escribirle una carta a un amigo en la que le decía: «El mundo no conocerá mi obra antes de que pasen cien años de mi muerte». A lo que el amigo respondió en broma que, puesto que la humanidad no podía privarse durante tanto tiempo del acceso a los libros de semejante sabio, tal vez habría que ir pensando en matarlo cuanto antes.

González Calero, Pedro: Filosofía Para Bufones. Ariel, Barcelona, 2007

sábado, 10 de diciembre de 2016

¿Qué es un agujero negro?

Un agujero negro es una región finita del espacio en cuyo interior existe una concentración de masa lo suficientemente elevada como para generar un campo gravitatorio tal que ninguna partícula material, ni siquiera la luz, puede escapar de ella.
Juan Carlos Ortega en su libro El Universo para Ulises pone un ejemplo muy ilustrativo para entender qué es un agujero negro. 
http://www.theatlantic.com/photo/2016/09/images-from-offworld/499790/
Pide a Ulises que lance una piedra hacia arriba. La piedra cae. Después lo convierte en un superhéroe y le pide que lance de nuevo la piedra a una velocidad inmensa pero la piedra vuelve a caer...
"La cuestión que podemos plantearnos en este instante es la siguiente: ¿hay alguna velocidad a la que podamos tirar la piedra hacia arriba para conseguir que ésta no regrese jamás? Es una pregunta extraordinaria, y su respuesta nos ofrece la clave para entender la esencia de algunos fenómenos curiosos del universo. Esa velocidad existe, e incluso tiene un nombre. Los físicos la llaman velocidad de escape.
En nuestro planeta, la velocidad de escape es de aproximadamente 11 kilómetros por segundo. Eso significa que, si se lanza con fuerza cualquier cosa hacia arriba a esa velocidad —o a una velocidad superior—, jamás regresará a la Tierra. Continuará en línea recta hacia arriba sin que la gravedad de nuestro planeta pueda hacer nada por recuperarla.
Esos 11 kilómetros por segundo necesarios para que nada regrese al suelo representan una velocidad aplicable sólo a nuestro planeta. Si la Tierra fuera más masiva, atraería a los objetos con más fuerza y, por lo tanto, la velocidad de escape tendría que ser mayor. 
Podemos realizar un ejercicio de imaginación y especular sobre lo que ocurriría en planetas más grandes que el nuestro. Supón que vivimos en un mundo enorme, con una atracción gravitatoria fenomenal que requiera una velocidad de escape de, por ejemplo, 100 kilómetros por segundo. Y nada nos impide ir más allá y aumentar todavía más la masa de nuestro planeta imaginario desde cuya superficie lanzamos piedras hacia arriba. ¿Qué tal un planeta con mucha masa cuya velocidad de escape fuera, pongamos por caso, 150.000 kilómetros por segundo? Ésa es una velocidad enorme, la mitad de la de la luz. En ese caso, sí que tendrías que ser un superhéroe enormemente poderoso para otorgarle a una piedrecita semejante velocidad. Pero podemos imaginarlo sin problema. Tus músculos son impresionantes y lo consigues. La piedra abandona el planeta ultramasivo y no regresa más.
Estamos a punto de llegar a un callejón sin salida, porque si continuamos aumentando la masa de nuestro mundo imaginario, podemos suponer que es tan enorme que la velocidad de escape sea de 300.001 kilómetros por segundo, la velocidad de la luz y un poquito más.
http://illusion.scene360.com/art/84324/jie-ma/
¿Qué pasaría entonces? Muy fácil: que la velocidad que tendríamos que aplicar a una piedra lanzada hacia arriba para que jamás regresara a nuestro masivo planeta sería la de la luz y un poquito más.
Pero ningún objeto puede viajar más rápido que la luz, por tanto, un planeta tan masivo como éste tendría una asombrosa cualidad: nada podría escapar de él. Todo regresaría a su superficie siempre.
¿Cómo sería un planeta así? Vamos a suponer que lo tenemos muy lejos de la Tierra y que lo miramos a través de un telescopio. ¿Qué veríamos exactamente?
Para que pudiéramos hacerlo, la luz tendría que llegar hasta él, rebotar y viajar hasta tus ojos. Pero la velocidad de escape de ese mundo hipotético es un poquito más alta que la velocidad de la luz. Por tanto, para que los rayos incidieran sobre su superficie, rebotaran y regresaran a tus ojos, tendrían que salir de allí a la velocidad de escape. Y esa velocidad es superior a la de la luz. Por tanto, para que lo pudieras ver, la luz tendría que abandonar el planeta a una velocidad superior a la de la luz. La luz tendría que ir más rápido que la luz, lo cual es una contradicción. Conclusión: no podrías verlo jamás.
Un objeto tan masivo, capaz de no dejar escapar nada, ni siquiera la luz, sería perfectamente invisible para ti y para todo el mundo. Resultaría indistinguible del oscuro espacio vacío. Dicho de otro modo: sería negro, completamente negro. Los científicos tienen un nombre para esas cosas tan masivas. Les llaman agujeros negros.
El concepto agujero negro parece algo muy moderno. Su nombre nos evoca todo lo relacionado con los misterios de la nueva cosmología, pero en realidad su existencia ya fue sostenida por un muchacho que nació el día de Navidad del año 1724.
Se llamaba John Michell y ya desde pequeño tuvo una gran vocación religiosa. Acabó convirtiéndose en clérigo, cosa que no le impidió dedicarse a lo que más le gustaba: la geología, inventando incluso varios aparatos tremendamente útiles para medir los movimientos sísmicos. Michell expuso en una carta la posibilidad de que una estrella muy masiva pudiera tener tanta atracción gravitatoria que ni siquiera la luz escapara de ella. Sería un cuerpo oscuro, invisible a través de cualquier telescopio, puesto que ningún rayo de su luz nos llegaría. Todos serían devorados como si la estrella fuera un monstruo gigante.
Ute Kraus CC 2.0 Attribution Sharealike License
Esta idea quedó guardada en el cajón de la ciencia porque todos los físicos de la época la consideraban imposible. Tuvieron que pasar muchísimos años hasta que, en 1968, un físico llamado John Wheeler acuñó el término agujero negro para los objetos que un desconocido geólogo del siglo XVIII había imaginado en soledad.

http://eltamiz.com/2008/02/10/la-vida-privada-de-las-estrellas-los-agujeros-negros/
https://es.wikipedia.org/wiki/Agujero_negro
Ortega, Juan Carlos: El Universo para Ulises, Planeta, 2013.

viernes, 9 de diciembre de 2016

El misterio de Göbekli Tepe

Göbekli Tepe se encuentra en lo alto de una colina en lo que hoy es la provincia de Urfa, en el sureste de Turquía. Es una magnífica estructura construida hace 11500 años (7000 antes que la Gran Pirámide) gracias a los hercúleos esfuerzos no de pobladores neolíticos, sino de cazadores-recolectores que todavía no habían abandonado el modo de vida nómada.
Pero lo más sorprendente es el uso para el que fue erigido. Precediendo a la Biblia hebrea en unos 10000 años, todo parece indicar que Göbekli Tepe era un santuario religioso.
Los pilares de Göbekli Tepe se encuentran dispuestos en círculos de hasta veinte metros de diámetro. Cada círculo contenía en el centro dos pilares adicionales en forma de T, aparentemente figuras humanoides de cabeza oblonga y cuerpo largo y delgado. El más alto de ellos sobrepasa los cinco metros de altura. Su construcción requirió el transporte de enormes piedras, algunas de hasta dieciséis toneladas, a pesar de que se hizo antes de la invención de las herramientas de metal, antes de la invención de la rueda y antes de que la gente aprendiese a domesticar animales como bestias de carga. Más aún, a diferencia de los edificios religiosos de tiempos posteriores, Göbekli Tepe se construyó antes de que la gente viviera en ciudades que pudieran proveer de una fuente numerosa y organizada de trabajadores. En palabras de National Geographic, «descubrir que los cazadores-recolectores habían construido Göbekli Tepe fue como descubrir que alguien hubiera construido un 747 en su sótano con una navaja».
Los primeros científicos que dieron con el monumento fueron unos antropólogos de la Universidad de Chicago y de la Universidad de Estambul, mientras realizaban una prospección de la región en los años 1960. Observaron varias losas de piedra caliza que sobresalían del suelo, pero no les dieron importancia, considerándolas restos de un cementerio bizantino abandonado.
Pasaron tres décadas, y en 1994 un agricultor de la región tropezó con su arado en lo alto de lo que resultó ser un enorme pilar enterrado. Klaus Schmidt, un arqueólogo que trabajaba por aquella zona y que había leído el informe de la Universidad de Chicago, decidió echar un vistazo y estudió el yacimiento hasta su muerte en 2014.
Como Göbekli Tepe es anterior a la invención de la escritura, no disponemos de fragmentos de textos sagrados que, una vez descodificados, arrojen luz sobre los rituales que allí se practicaban. La conclusión de que Göbekli Tepe era un lugar de adoración se basa en comparaciones con prácticas y sitios religiosos posteriores. Por ejemplo, tallados en los pilares de Göbekli Tepe se encuentran diversos animales, pero a diferencia de las pinturas rupestres de la Era Paleolítica, no se corresponden con los animales que los constructores de Göbekli Tepe debían cazar para subsistir, y tampoco representan iconos relacionados con la caza o con las acciones de la vida diaria, sino que representan animales amenazadores como leones, culebras, jabalíes, escorpiones y una fiera parecida a un chacal con la caja torácica expuesta. Se cree que se trata de personajes simbólicos o míticos, el tipo de animales que más tarde se asociaría con la adoración.
Para los antiguos habitantes, visitar Göbekli Tepe debía representar un compromiso muy serio, pues se encuentra en medio de la nada. De hecho, nunca se han hallado indicios de que nadie viviera jamás en aquella área: ni fuentes de agua, ni casas, ni restos de hogares. Lo que sí encontraron los arqueólogos fueron los huesos de miles de gacelas y uros que debieron ser transportados como alimento desde lejanos lugares de caza. Ir a Göbekli Tepe era hacer un peregrinaje, y los indicios señalan que atraía a cazadores-recolectores nómadas de hasta cien kilómetros a la redonda.
Göbekli Tepe «muestra que primero fueron los cambios socioculturales, luego la agricultura», dice Ian Hodder, arqueólogo de la Universidad de Stanford. En otras palabras, el surgimiento de rituales religiosos realizados en grupo parece haber sido una razón importante para que los humanos comenzaran a asentarse a medida que los centros religiosos atraían a los nómadas hacia sus estrictas órbitas, hasta que se formaron pueblos basados en sistemas compartidos de creencias y significados. Göbekli Tepe se construyó en una época en la que todavía rondaban tigres de dientes de sable por los parajes de Asia, y el último de nuestros parientes no pertenecientes a Homo sapiens, un cazador y fabricante de herramientas con aspecto de hobbit, de apenas un metro de estatura, bautizado como Homo floresiensis, tan solo llevaba algunos siglos extinguido. Y, sin embargo, sus antiguos constructores, por lo que sabemos, ya habían pasado de hacerse preguntas pragmáticas sobre la vida a plantearse también preguntas espirituales. «Puede argumentarse sólidamente», dice Hodder, que Göbekli Tepe «es el verdadero origen de las complejas sociedades modernas».
Göbekli Tepe es visto como un descubrimiento arqueológico a partir del que cambia profundamente nuestra comprensión de una etapa crucial en el desarrollo de las sociedades humanas. Parece ser que la construcción de complejos monumentales estaba entre las capacidades de los cazadores-recolectores y no solamente entre las comunidades sedentarias de agricultores, como se había asumido anteriormente. En otras palabras, como su excavador Klaus Schmidt estimó: "primero llegó el templo, después la ciudad." Esta revolucionaria hipótesis podrá ser apoyada o modificada por futuras investigaciones.
Alrededor del inicio del VIII milenio a. C. la "colina panzuda" perdió su importancia.
Pero el complejo no fue simplemente abandonado y olvidado, para ser gradualmente destruido por los elementos, sino que fue deliberadamente enterrado bajo 300-500 metros cúbicos de tierra. El porqué de este comportamiento no lo conocemos, pero preservó los monumentos para la posteridad.

Leonard Mlodinow: Las lagartijas no se hacen preguntas. Critica, Barcelona, 2016