viernes, 31 de agosto de 2012

La teoría de las ventanas rotas

En 1969, en la Universidad de Stanford (EEUU), el profesor Phillip Zimbardo realizó un experimento de psicología social. Dejó dos coches abandonados en la calle, idénticos, de la misma marca, modelo y color.
Uno lo dejó en el Bronx, por entonces una zona pobre y conflictiva de Nueva York, y el otro en Palo Alto, una zona rica y tranquila de California.
Dos automóviles idénticos abandonados, dos barrios con poblaciones muy diferentes y un equipo de especialistas en psicología social estudiando las conductas de la gente en cada sitio.
Lo que sucedió era previsible. El abandonado en el Bronx comenzó a ser desarmado en pocas horas. Le quitaron las llantas, el motor, los espejos, la radio, etc. Todo lo aprovechable se lo llevaron y lo que no lo destruyeron.
En cambio el coche abandonado en Palo Alto se mantuvo intacto…
Sin embargo, el experimento en cuestión no finalizó ahí. Cuando el automóvil de Palo Alto llevaba una semana impecable, los investigadores rompieron una ventanilla.
El resultado fue que se desató el mismo proceso que en el Bronx y el robo, la violencia y el vandalismo redujeron el vehículo al mismo estado que el del barrio pobre. ¿Por qué un cristal roto en el coche abandonado en un vecindario supuestamente seguro es capaz de disparar todo un proceso delictivo?.
Según el autor, una ventanilla rota en un automóvil abandonado transmite una idea de deterioro, de desinterés, de despreocupación que rompe los códigos de convivencia, como de ausencia de ley, de normas, de reglas, como que todo vale. Cada nuevo ataque que sufre el automóvil reafirma y multiplica esa idea, hasta que la escalada de actos cada vez peores se vuelve incontenible, desembocando en una violencia irracional.
En experimentos posteriores, James Q. Wilson y George Kelling desarrollaron la “teoría de las ventanas rotas” desde un punto de vista de la delicuencia, concluyendo que el delito es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden y el maltrato son mayores.
Si se rompe un vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás. Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importarle a nadie, entonces allí se generará el delito.
Si se cometen “pequeñas faltas” (estacionarse en lugar prohibido, exceder el límite de velocidad o pasarse una luz roja) y las mismas no son sancionadas, entonces comenzarán faltas mayores y luego delitos cada vez más graves.
Esta teoría justificó la política de "tolerancia cero" aplicada por el alcalde de Nueva York (R. Giuliani) en los años 90. Aunque tuvo su momento de notoriedad, ha sido y es muy criticada y cuestionada por numerosos expertos.

http://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_de_las_ventanas_rotas
http://thisisnthappiness.com/

jueves, 23 de agosto de 2012

Los crímenes de la unificación

La llamada unificación alemana se produjo sin aparente oposición. Aparente.
Las muertes o el ocaso político de personajes que plantearon una oposición clara a la forma en que se realizó la anexión hace que podamos replantearnos este momento histórico. Las coincidencias y pruebas son suficientes para crear una duda razonable.
Estos hechos no son obra de Graham Greene o John le Carré.
El día 30 de noviembre de 1989, días después de la caída del Muro de Berlín, Alfred Herrnhausen voló por los aires al estallar una bomba instalada en su coche. Herrnhausen era presidente del Deutsche Bank y fue uno de los escasos críticos que recomendó utilizar otras vías y llevar a cabo la unificación de un modo más democrático. La bomba, de alta tecnología, había sido escondida en la bolsa de una bicicleta junto a la carretera. Los asesinos sabían que Herrhausen viajaría en un convoy de tres coches blindados. La bomba de 7 kg detonó cuando el coche de Herrhausen interrumpió el haz de luz infrarroja al pasar junto a la bicicleta. Iba dirigida hacia el punto más vulnerable del coche blindado y directamente a la puerta donde estaba sentado. Aunque se atribuyó en un primer momento al grupo terrorista RAF (Fracción del Ejército Rojo) hasta la fecha nadie ha sido acusado del asesinato.
Su sucesor en el cargo apoyó sin reservas la política del canciller Helmut Kohl.

Varios meses después, en abril de 1990, otro opositor a la anexión (tal y como se estaba produciendo) fue atacado en el transcurso de un acto electoral. Oskar Lafontaine, candidato a la presidencia de la RFAlemana por el SPD (el Partido Socialdemócrata) sufrió una cuchillada en el cuello que estuvo a punto de costarle la vida. La versión oficial responsabilizó del atentado a una demente. Era evidente: lo hizo delante de varios cientos de personas pero, sin que se profundizase mucho, se puso fin a una investigación que podía implicar a otras personas. Antes de que finalizase el año, Lafontaine había dimitido de todos sus puestos de responsabilidad.

Su sucesor en el cargo no obstaculizó en ningún momento la política anexionista del canciller Helmut Kohl.

Finalmente, los dirigentes históricos del único partido parlamentario de la RFA que había objetado contra la unificación, Los Verdes (Die Grünen), murieron en extrañas circunstancias.
El 19 de octubre de 1992, la policía alemana encontró los cadáveres de Petra Kelly, fundadora del Partido Verde, y su compañero sentimental, el ex general Gert Bastian. Según los informes policiales, lo primero que llamó la atención de los agentes fue el sonido de la máquina de escribir del general; llevaba dieciocho días encendida y tenía una hoja de papel con diez líneas que terminaban en mitad de una palabra, como si algo o alguien hubiera interrumpido a su autor durante la madrugada del 1 de octubre. No había nota de suicidio; el sistema de alarma estaba apagado y una de las ventanas del piso superior, abierta. Sin embargo, las autoridades cerraron el caso 24 horas después. Gert Bastian tenía restos de pólvora en los dedos.
La versión oficial dictaminó que se trataba de un suicidio y el caso fue archivado. Meses antes, en abril, Kelly había sufrido un colapso cardiaco y, casi al mismo tiempo, Bastian había sido atropellado por un taxi. Durante los meses previos, ambos habían sufrido una feroz campaña de desprestigio (desde dentro y desde fuera de su partido).
Sus sucesores en los cargos de responsabilidad del partido de Los Verdes moderaron sus posturas y se acercaron al SPD, sin poner objeciones a la política del canciller Helmut Kohl en la antigua RDA.

https://www.larouchepub.com/eiw/public/1998/eirv25n32-19980814/eirv25n32-19980814_037-the_assassination_of_herrhausen.pdf
http://elpais.com/diario/1990/04/27/opinion/641167210_850215.html
http://elpais.com/diario/1990/04/27/internacional/641167204_850215.html
http://elpais.com/diario/1992/10/22/internacional/719708401_850215.html

La Historia es la suma de las mentiras acordadas por la mayoría (Napoleón Bonaparte)

martes, 21 de agosto de 2012

Las mujeres de Franco

Tras el periodo republicano, que estableció la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, el franquismo restauró el modelo decimonónico de mujer-esposa-madre recluida en el hogar.
Para lograrlo se apoyó en la legislación estatal -que impedía o dificultaba que la mujer casada trabajara y que subordinaba a la mujer a complemento del hombre- en la Sección Femenina -como organización que intentaba difundir ese modelo de mujer- y en la Iglesia Católica, que justificaba el papel de la mujer sumisa, en casa, pariendo y educando a los hijos en la religión oficial como misiones sagradas.
El franquismo inauguró una época caracterizada por la total eliminación de los derechos de las mujeres, que incluso se traducía en cuestiones tan concretas como las necesidades nutritivas: la ración alimenticia oficial de las mujeres (establecida en las cartillas de racionamiento vigentes hasta 1952) constituía tan sólo el 80 por ciento de la dedicada a los hombres (María Ángeles Arranz). Al no ser consideradas "elementos productivos", sus necesidades materiales se juzgaban menores. Por supuesto, las mujeres no tenían derecho a su ración de tabaco: fumar era de rojas y de fulanas.
Doblemente sometidas, las mujeres fueron víctimas principales de la guerra y de la dictadura. En 1940 había más de 17.000 reclusas consideradas presas políticas. Las que tenían hijos pequeños se vieron obligadas a criarlos en cárceles hacinadas y antihigiénicas, y los hijos mayores les fueron arrebatados e internados en centros de beneficencia: 9050 en 1942, según el Ministerio de Justicia.
Según la primera legislación laboral franquista, las mujeres tenían que dejar el trabajo al casarse, recibiendo una indemnización denominada dote; las mujeres casadas que quisiesen seguir trabajando precisaban de la autorización de sus maridos. Como había ocurrido en la Alemania nazi, para la mujer española la vida se redujo a las tres k: kinder, küche y kierche (niños, cocina e iglesia).
La situación legal de la mujer durante la Dictadura de Franco era plenamente equiparable a la de una minoría de edad prolongada. Los paulatinos y tardíos pasos que van dándose a lo largo del tiempo por imperativos sociológicos no empañan esta consideración franquista, que va a subsistir en cuanto a su núcleo esencial hasta la Constitución de 1978.
Dos ejemplos:
En abril de 1964 el general Franco tuvo que volver sobre sus pasos y revisar un artículo del Código Penal, por el cual los padres y maridos tenían derecho a matar a sus hijas y esposas y los hombres que cometían adulterio con ellas. El "parricidio por honor" estuvo vigente en España entre 1944 y 1964. Si el marido se contentaba con una denuncia, la esposa infiel podía ser condenada hasta a seis años de cárcel.
La Ley de 4 de julio de 1970 eliminó la posibilidad de que el padre pudiera dar a los hijos en adopción sin el consentimiento de la madre y se permitió que las mujeres casadas pudieran seguir trabajando después de contraer matrimonio sin necesidad de permiso del marido.

La Sección Femenina se encargó, sobre todo desde las ciudades, de las tareas de encuadramiento y reeducación. En sus libros de texto, en las declaraciones de sus dirigentes y en su propaganda se encuentran auténticas perlas para el psicoanálisis: "La vida de toda mujer, a pesar de cuanto ella quiera simular - o disimular- no es más que el eterno deseo de encontrar a quién someterse" (Medina, revista de la Sección Femenina, 3 de agosto de 1944). "Las mujeres nunca descubren nada; les falta, desde luego, el talento creador, reservado por Dios para inteligencias varoniles" (Pilar Primo de Rivera, en 1942).
La Iglesia, apoyada por los poderes políticos, impuso una iconografía de la «buena cristiana» que implicó un cambio radical para la mujer. El nacionalcatolicismo fue la ideología del régimen y la Iglesia Católica fue guardiana de la decencia y de la rectitud ideológica de los españoles.
Una moral mojigata, timorata y absurda se adueñó de una sociedad en la que hombres y mujeres buscaban no llamar la atención, no destacar, pasar desapercibidos.
La obsesión por los pecados de la carne fue una preocupación fundamental de la neurosis moral de la Iglesia Católica. Pildain, obispo de Canarias, protestó por la desnudez de las estatuas situadas en lugares o establecimientos públicos y sugirió que se les pusiera un taparrabos. Para él los novios no debían encontrarse nunca solos, pues la concupiscencia les poseería de otro modo.
El diseño se hizo teología. Debajo de cada sotana vibraba Coco Chanel y se escondían anhelos inconfesables y -en algunos casos- inconscientes. Se vigilaban los centímetros y los escotes. Las obsesiones con los pecados de la carne y las preocupaciones de costurera hicieron gastar incontables neuronas, ríos de tinta y sudores, muchos sudores, a nuestros pastores.
Pla y Daniel, que sucedió como primado a Gomá en 1940, receló en voz alta de los pantalones cortos con que vestían los jóvenes falangistas, pues lo que dejaban ver podría excitar a las muchachas (y quizás a algún que otro obispo). Las niñas debían llevar falda hasta las rodillas, y "las que han cumplido doce años deben llevar medias".
Todos los prelados gastaron mucho de su talento en pastorales que condenaron el baile agarrado, la longitud de las faldas, el que estas montaran en bicicleta sin trajes que tapasen lo que no debía enseñarse (casi todo), los baños al aire libre delante de personas del sexo opuesto o atrevimientos de similar importancia para la suerte de la humanidad.

Este control, este sometimiento y juicio continuos, hicieron que la sociedad española y, sobre todo, las mujeres buscasen el anonimato, la ocultación, la vida limitada a la familia. Mimetizarse para sobrevivir. Y sobrevivir con miedo.
Las mujeres como cuerpo social, al igual que la clase obrera o los intelectuales, fueron castigadas por intentar cambiar las reglas del juego. Franco y los suyos impusieron el machismo junto a la defensa de los intereses de su clase. Hijos, nietos, legatarios de aquellos años, los españoles de este siglo somos herederos de aquellos cuarenta años de violación sistemática.