lunes, 31 de mayo de 2010

¿Por qué hacerles caso a éstos?

No necesitamos a los economistas para saber que los tiempos son malos.

Los que causaron este desastre son los mismos que ahora dan lecciones a los gobiernos y a los pueblos sobre cómo salir de la crisis.

Son los mismos incompetentes que miraban por encima del hombro a los que hablaban de burbuja inmobiliaria, o los que consideraban (como el FMI) en abril de 2007 ("Perspectivas de la Economía Mundial" página XII) que "los riesgos para la economía mundial disminuyeron desde la edición de septiembre de 2006 (...) lo que nos parece más probable es que el vigoroso crecimiento mundial perdure (...) comparando los datos actuales con los de septiembre (2006), no hay tantas razones para preocuparse por la economía mundial (...) la economía estadounidense se mantiene firme en general". O los mismos que en marzo de 2009 decían que el déficit público español sería del 6% en 2009 y 2010, justo la mitad del efectivamente registrado.


Los genios de la Economía institucional fallan constantemente y de forma estrepitosa. Sus prejuicios ideológicos no les permiten contemplar y analizar correctamente la realidad, se equivocan en los diagnósticos, no saben hacer predicciones adecuadas y, lógicamente, nunca logran los objetivos que dicen que se proponen cuando actúan (salvo, eso sí, hacerles el pasillo a los poderosos).


Como señala Juan Torres, el Fondo Monetario que ahora le dice a España lo que tiene que hacer es una institución doctrinaria que aplica siempre un mismo credo sea cual sea la circunstancia o el país que analiza: recorte de gastos públicos, privatizaciones, liberalización de servicios, desregulación financiera, libertad de movimiento para los capitales, apertura de puertas al capital extranjero... siempre lo mismo, (siempre el viejo credo liberal, la mano invisible, la ley de bronce de los salarios), sean cuales sean las consecuencias sociales que originen su aplicación.

Es muy notable que esta pandilla de incompetentes siga atribuyéndose una infalibilidad papal, regañando a los Gobiernos y reservándose el papel de asustaviejas del barrio. Los banqueros centrales y sus cómplices del FMI se atreven a imponer sus políticas mezquinas a gobiernos democráticamente elegidos.


En otras palabras, si estos incompetentes fracasaron de manera desastrosa: ¿por qué conservan sus puestos de trabajo? ¿ por qué coño se les sigue prestando atención?


Es muy importante tener clara la responsabilidad de los bancos centrales y del FMI en este desastre totalmente previsible.


Es muy importante reconocer las responsabilidades de los bancos centrales y del FMI en este desastre para que así dejemos de acatar los "consejos" de gente que no han demostrado nada.


Antes de oír a Ben Bernanke, al presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, o al director ejecutivo del FMI, Dominique Strauss-Kahn, habría que obligarles a contarnos cuándo dejaron de equivocarse en materia económica.

Los autores del mal expenden las recetas para curarlo. Ellos siempre ganan. Y así seguirá mientras los damnificados no asumamos que la ciencia económica está supeditada a los intereses mayoritarios.


No podemos permitirnos que estos imbéciles sigan controlando la política económica.


Como dijo el genial Galbraith, "hay dos tipos de economistas: los que no tenemos ni idea y los que no saben ni eso".

Información sobre los errores de insignes economistas, bancos centrales y FMI:

http://www.vnavarro.org/?p=4282

http://hl33.dinaserver.com/hosting/juantorreslopez.com/jtl//index.php?option=com_frontpage&Itemid=1

http://www.rebelion.org/seccion.php?id=28


Un economista es alguien que os dirá mañana porqué no sucedió hoy lo que había previsto ayer.

De cuando la República Dominicana volvió a ser española

«En la muy noble y muy leal ciudad de Santo Domingo á los 18 días del mes de Marzo del año de 1861. Nos, los abajos firmados, reunidos en la sala del palacio de justicia de esta capital declaramos: que por nuestra libre y espontánea voluntad, en nuestro propio nombre y en el de los que nos han conferido el poder de hacerlo por ellos, solemnemente proclamamos como Reina Señora á la excelsa Princesa Doña Isabel II en cuyas manos depositamos la soberanía que hasta ahora hemos ejercido como miembros de la República Dominicana. Declaramos igualmente que es nuestra libre y espontánea voluntad así como la del pueblo á quien por nuestra presencia en este lugar representamos, que todo el territorio de la República sea anejado á la Corona de Castilla á que perteneció antes del tratado de 18 de Febrero, de 1855, en que S. M, la Reina reconoció como Estado soberano al que hoy por espontánea voluntad de todos los pueblos, le devuelve esa soberanía y como va dicho, la reconoce por su legítima soberana. En fe de lo cual lo firmamos y rubricamos con nuestras propias firmas-Pedro Santana -general Antonio Alfau -ex-ministro Felipe Dávila- F. De Castro -ex-ministro Jacinto de Castro»
Tal acto de anexión, como se especifica en la Exposición a su Majestad que acompaña al Real Decreto de Incorporación á la Monarquía Española la República de Santo Domingo, resultaba único: «Un acontecimiento fausto, altamente honroso para España, y pocas veces visto en la historia de los pueblos, ha ocurrido recientemente en una de las antiguas posesiones de la Monarquía. La Isla Española, la primera que ocupó el gran Colón, la predilecta de la inmortal Reina á cuya inspiración sublime se debió el descubrimiento de un Nuevo Mundo, dueña de su independencia, arbitra de sus destinos, invoca el nombre augusto de España y pone á Vuestros Reales pies la misma soberanía que Vuestra Majestad reconoció hace pocos años»El 4 de abril de 1861 y de forma unilateral, después de varias negociaciones en Madrid y Cuba, Pedro Santana declara la anexión a España, la cual sería sancionada por Real Decreto de Aranjuez el 19 mayo de 1861. Según el Artículo 1º, de dicho documento, «El territorio que constituía la República Dominicana queda reincorporado a la Monarquía».
Dicho acto traería como consecuencia la Guerra de Restauración, que se inicia en 1863 y termina en mayo de 1865 cuando España deroga el Decreto de anexión. La campaña militar española en Santo Domingo representó graves pérdidas para la Corona: Se habían desperdiciado durante tres años unos recursos humanos y materiales en una empresa que estuvo movida, fundamentalmente, por razones de prestigio y de primacía moral, pero que terminó en un completo fracaso.

Las pérdidas, tanto materiales como humanas, fueron más que cuantiosas: los presupuestos de Guerra y Marina alcanzaron en el período 1856-1866 cerca de los 2.000 millones de reales, aparte otros 1.000 millones en presupuestos extraordinarios votados por las Cortes, con destino a sufragar las empresas de Marruecos, Santo Domingo y el Pacífico, las más costosas.

Más graves fueron las pérdidas humanas. Las de Santo Domingo se calculan en 30.000, de las cuales 25.000 correspondieron a los cuerpos expedicionarios enviados desde la Península, y los 5.000 restantes a los procedentes de Cuba y Puerto Rico. Si comparamos las 30.000 pérdidas en Santo Domingo con las 10.000 en la campaña marroquí, las 4.000 en Indochina y el millar en México, el Pacífico y Guinea, podemos tener una idea de lo que significó la guerra en Santo Domingo para España y también el poco valor que tenía para la burguesía caciquil de la época y para la Corona, la vida de los jóvenes campesinos y trabajadores (los hijos de la burguesía pagaban y se libraban).

Ante la imposibilidad de controlar la situación, el 1 de marzo de 1865 fue aprobada la ley por lo cual «queda derogado el Real Decreto de 19 de Marzo 1861, por el cual se declaró reincorporado á la Monarquía el territorio de la República dominicana».

Madrid se había dado cuenta de lo inoportuno, desde el punto de vista político, de dicho acto de incorporación, y de las grandes pérdidas militares y económicas que ello representó a la Corona.

Resuelta la crisis hispano-dominicana, el 14 de octubre de 1874 se firmó el Tratado entre España (esta vez como República) y la República Dominicana sobre paz y amistad. La base de este tratado era el Tratado de reconocimiento, paz, amistad comercio, navegación y extradición de 1855, firmado entonces por Isabel II y Pedro Santana, presidente de la República Dominicana.

De este modo se inauguraba una nueva etapa de las relaciones hispano-dominicanas caracterizada por la crisis cubana: por un lado, las fuertes presiones diplomáticas españolas sobre el gobierno dominicano, y por otro, el respaldo encubierto que las actividades de los independentistas cubanos encontraron en la República Dominicana.



Con todo, a pesar de la guerra, Gregorio Luperón, uno de los líderes de esta segunda independencia, escribió: «España no tiene hoy enemigos en las naciones que fueron sus colonias de América, sino hijos emancipados que son para los españoles verdaderos hermanos».



Más información en: www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/.../210141_0006.pdf