lunes, 26 de septiembre de 2011

Encubrimiento y delito

Aunque en la mayor parte del denominado mundo occidental los casos de abusos sexuales contra menores cometidos por sacerdotes católicos han sido tradicionalmente sometidos a mordaza, y sus culpables protegidos por el poder de la Iglesia, de unos años a esta parte esa realidad ha empezado a cambiar. La existencia de una cifra enorme de estos abusos es un hecho innegable que ha salido a la luz, gracias a los juicios celebrados recientemente en los EE.UU. e Irlanda.
Un informe publicado recientemente en los EE.UU. ponía de manifiesto que desde 1950, más de 4300 sacerdotes católicos estuvieron implicados en casos de delitos sexuales contra menores. Las víctimas eran mayoritariamente varones, y en muchos casos niños impúberes. Eso ocurría en un país en el que la educación no es monopolio de la Iglesia Católica, como en España.
En el curso del último lustro la archidiócesis de Los Ángeles accedió a pagar 660 millones de dólares a 500 víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes, para evitar que el caso llegase al tribunal superior del estado. Antes, la Iglesia norteamericana ya había pagado en secreto unos 1.000 millones de dólares para comprar el silencio de centenares de víctimas. En Irlanda, más de cien sacerdotes católicos de la diócesis de Dublín están acusados o son sospechosos de abusar sexualmente de 390 menores desde 1940.

Un ejemplo cercano de justificación de abusos (y de algo más) lo tuvimos hace poco en el obispo de Tenerife. Bernardo Álvarez, afirmó que “hay adolescentes de 13 años que son menores y están perfectamente de acuerdo (con los abusos) y además, deseándolo, incluso si te descuidas te provocan”. Álvarez realizó estas manifestaciones en una entrevista concedida a un periódico tinerfeño, en la que previamente había asegurado que “el fenómeno de la homosexualidad es algo que perjudica a las personas y a la sociedad… por el que acabaremos pagando las consecuencias como las han pagado otras civilizaciones” y distinguió entre la homosexualidad como “necesidad existencial de una persona” y la que es “practicada como vicio”. "La persona que practica - dijo el obispo - como puede practicar el abuso de menores, lo hace porque le atrae la novedad, una forma de sexualidad distinta".

El encubrimiento de los sacerdotes que abusan sexualmente de menores no es un hecho puntual y del que, por tanto, haya que exigir responsabilidades solamente a algunos miembros de la Jerarquía. La investigación de los múltiples casos de pederastia protagonizados por sacerdotes en EEUU y otros países ha servido para constatar que la protección de estos delincuentes forma parte de la política oficial de la Iglesia.