lunes, 12 de enero de 2015

Las persecuciones contra los cristianos en Roma

La historia tradicional de la persecución del cristianismo dice que el Imperio romano sentía un odio especial contra la nueva religión pero, según los especialistas en religiones antiguas Freke y Gandy, no era así.
Según la historia tradicional del cristianismo, numerosos cristianos sufrieron persecuciones horribles por parte de los romanos desde el primer momento. En realidad, no se persiguió legalmente a los cristianos hasta mediados del siglo III. Las anteriores persecuciones habían ido dirigidas contra individuos aislados o se habían limitado a una ciudad determinada por cuestiones muy puntuales. No se veía a los cristianos como una amenaza especial y, por tanto, tampoco se les oprimía de forma especial. 

Pero en el año 250 la peste se extendió por el mundo antiguo y diezmó poblaciones enteras. El Imperio estaba al borde del derrumbamiento y el culto cristiano se convirtió en el chivo expiatorio de las desgracias de los romanos. El emperador Decio ordenó a los cristianos que ofrecieran a los dioses sacrificios de animales por la salud y el bienestar del Imperio, e instigó la primera persecución general contra los que se negaron a obedecer. Duró sólo un año, pero se repitió con Valeriano en 257-259 y de nuevo con Diocleciano entre 303-305. En toda su historia, por tanto, el cristianismo fue perseguido de forma oficial durante cinco años.
Ahora sabemos que los propagandistas cristianos exageraron de modo disparatado la escala de estas persecuciones, incluso de la llamada «Gran Persecución» de Diocleciano. A mediados del siglo III, el cristiano Orígenes escribe que los «pocos» cristianos que habían muerto por su fe eran «fáciles de contar».
Durante las persecuciones de la época de Decio, en la enorme ciudad de Alejandría, diez hombres y siete mujeres sufrieron por ser cristianos, lo que no parece un número desorbitado.
En realidad, con frecuencia los gobernadores romanos no mostraban ningún deseo de hacer daño deliberadamente a los cristianos. Si éstos no querían participar en los rituales obligatorios del Imperio, se les ofrecía una solución intermedia. Por ejemplo, si se negaban a comer carne que fuera producto de un sacrificio, ¿no podían ofrecer incienso? Un gobernador pregunta en tono de súplica a un aspirante a mártir: «¿Quieres esperar unos cuantos días para pensártelo? ¿No ves qué tiempo tan agradable tenemos? Si te matas, te privarás de todos los placeres».
Resulta irónico pero a menudo eran los propios cristianos quienes buscaban el martirio. Un grupo de ellos se dirigió al gobernador de Asia y le rogó que los ejecutase, ¡pero el gobernador se negó y les dijo que eran libres de tirarse por un acantilado o ahorcarse si tantas ganas tenían de morir!
Además, y a pesar de lo que afirma la tradición, no hay ninguna prueba de que las persecuciones que desencadenaron los romanos causasen un incremento significativo del número de cristianos. El cristianismo no despegó realmente hasta que lo adoptó el emperador Constantino, momento en que el martirio dejó de ser una opción porque los cristianos pasaron a ser un grupo favorecido y protegido.
Fuentes:
Freke, T. y Gandy, P.: Los misterios de Jesús. Grijalbo, Barcelona, 2000

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy interesante. ¡Cuantas verdades a medias se han contado a lo largo de la historia!