Beda el Venerable, en su obra Historia ecclesiastica gentis anglorum(Historia eclesiástica del pueblo inglés), cuenta la anécdota de cómo a Gregorio Magno (540-604) se le ocurrió la idea de evangelizar Inglaterra.
En una oportunidad, Gregorio se fijó en unos cautivos que estaban en el mercado público de Roma para ser vendidos como esclavos. Los cautivos eran altos, bellos de rostro y todos rubios, lo que llamó mucho la atención de Gregorio. Movido por la piedad y la curiosidad preguntó de dónde provenían. «Son anglos», respondió alguien. «Non angli sed angeli» («No son anglos sino ángeles»), señaló Gregorio, ejem...
Este episodio motivó a Gregorio para enviar misioneros al norte, trabajo que estuvo a cargo del obispo Agustín de Canterbury.
Cuando Agustín llegó a Inglaterra escribió una carta a Gregorio, preguntándole qué debía hacer con los recintos paganos donde se practicaban sacrificios humanos. La respuesta de Gregorio (escrita en el Libro de Beda) consistió en ratificar una práctica tradicional (en cuevas, dólmenes, recintos sagrados, etc) que la Iglesia venía realizando desde el siglo IV : «No destruyan los santuarios, límpienlos», en referencia a que los santuarios paganos debían respetarse y ser (re)configurados para el culto católico.
http://es.wikipedia.org/wiki/Gregorio_Magno
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