domingo, 12 de abril de 2009

La crisis que vino de España


La primera crisis del capitalismo vino de España. El crack de 1720: consecuencia de la guerra española
En el último cuarto del siglo XVII, desaparecida la preponderancia española, dos potencias se disputaban la nueva hegemonía política en Europa: Francia y el Imperio Austriaco. Inglaterra y los Países Bajos, recelosos, abogaban por una política de equilibrio continental y centraban sus esfuerzos en crear imperios coloniales que asegurasen su desarrollo económico. Durante los siglos precedentes, Inglaterra había intentado penetrar en el mercado colonial español, su cada vez mayor poderío económico y naval hacía que la “pérfida Albión” considerase Hispanoamérica como un objetivo central de su agresiva política exterior.
En este contexto internacional, moría sin descendencia, el 1 de noviembre de 1700, el enfermizo Carlos II. En su testamento dejaba como heredero de la Corona española a Felipe de Anjou, nieto del rey de Francia Luis XIV. El peligro de unión de las dos Coronas, española y francesa, llevó al resto de potencias a crear, en 1701, la Gran Alianza de la Haya. Inglaterra y el Imperio Austriaco declararon la guerra a Francia y a la Monarquía española de Felipe V.
Un año después, la Gran Alianza decidía apoyar al archiduque Carlos de Austria, pretendiente a la Corona española, quien en 1703 fue nombrado en Viena, Rey de España. Ese mismo año Portugal y Saboya se incorporan a la Gran Alianza. Mientras tanto, la muerte del emperador Leopoldo y la subida al trono austriaco del Archiduque Carlos, hicieron variar a los aliados de opinión. En la nueva situación, el peligro de hegemonismo europeo ya no estaba tanto en Francia, como en el Imperio austriaco, si Carlos de Austria lograba reunir las dos coronas. El viraje de la política de los aliados se puso de manifiesto en la Paz de Utrecht (1713) y en los acuerdos de Rastatt (1714). En ellos se establecía el nuevo mapa político europeo. España resultó la gran perdedora y las dos grandes beneficiarias iban a ser Inglaterra y el Imperio Austriaco. La primera consiguió Terranova, Gibraltar y Menorca, la exclusividad del comercio de negros en las Indias españolas y la autorización de efectuar un envío anual a América (el “navío de permiso”). El Imperio se quedaba con el Milanesado, Flandes, Nápoles y Cerdeña (más tarde intercambiada por Sicilia). A los Borbones franceses se les autorizaba a ceñir la Corona española, pero con la prohibición de unir ambos reinos.
Este conflicto y el esfuerzo de expansión colonial hizo que Inglaterra tuviese una enorme deuda pública y la solvencia de la Corona Inglesa para atenderla estaba en duda, así que cotizaba por debajo de su nivel nominal.
En esta situación la South Sea Company logró el monopolio sobre el comercio con las colonias españolas en América.
El comercio con la América española estaba hasta entonces prohibido pero, como ya he señalado, con la paz de Utrecht, a Inglaterra se le abrieron las puertas del apetecible mercado hispanoamericano.
La compañía, a cambio, aceptó cambiar diez millones de libras en bonos del tesoro contra las acciones a una tasa de interés del 6%, lo que equivalía a una renta perpetua para los inversores.
El primer viaje comercial hacia América tuvo lugar en 1717, pero la ganancia fue escasa. entre otras cosas porque era norma general que las metrópolis se reservaran la exclusiva del comercio con sus colonias,exportando productos manufacturados a cambio de materias primas, metales valiosos y productos exóticos, en un intercambio claramente beneficioso para la metrópoli (teoría económica conocida como mercantilismo).
Evidentemente España no estaba dispuesta a dejar entrar productos ingleses en su mercado colonial perjudicando sus propios intereses, y no era de extrañar que los barcos de la compañía fondearan con gran dificultad en los puertos españoles.
Además, La Guerra de la Cuádruple alianza de 1717 a 1721 deterioraron las relaciones entre España y Gran Bretaña, lo que ensombreció aún mas las perspectivas de la compañía. La compañía, seguía manteniendo que era inmensamente provechosa a largo plazo y en 1717, se hizo cargo de diez millones de libras suplementarias de deuda pública contra una nueva emisión de títulos...
La compañía divulgó rumores cada vez más extravagantes sobre el valor potencial de su comercio con el Nuevo Mundo, lo que tuvo el efecto de desatar la especulación. Las acciones subieron rápidamente, pasando de 128 libras en enero de 1720 a 550 a finales de mayo.
La compañía obtuvo la licencia real para comerciar en exclusiva de manera que su atractivo aumentó y sus acciones llegaron a las 890 libras a principios de junio. Este pico incitó a algunos inversores a vender; para limitar la presión bajista, los directores de la compañía ordenaron a sus agentes comprar títulos, manteniendo así su valor en torno a las 750 libras.
El rápido aumento del valor de la acción provocó un frenesí especulativo por todo el país. Los inversores se interesaron por los mares del sur, pero también por otras acciones. A principios de agosto la cotización alcanzó las 1.000 libras.
Entonces la tendencia cambió bruscamente. Otras burbujas estallaron al mismo tiempo en Ámsterdam y París (Compañía del Missisippi de John Law) y la situación económica internacional disminuyó la confianza en la Compañía y aceleró la caída de la cotización. La crisis se propagó a los bancos, también accionistas de la compañía. Entre los accionistas que se arruinaron estuvieron miembros del gobierno; incluso Isaac Newton: después de haber obtenido una plusvalía de 7.000 libras en abril, acabó perdiendo 20.000. Más tarde declaró: "Puedo predecir el movimiento de los cuerpos celestes, pero no la locura de las gentes".
El gobierno intentó desesperadamente salvar la situación, pero no pudo evitar que la cotización se hundiera de forma fulminante hasta por debajo de las 200 libras al finalizar septiembre (menos del 20% de principios de agosto) y se estabilizara sobre las 120 libras antes del fin de año.
Ante la cólera de los inversores (el mismo gerente, John Blunt, fue víctima de un atentado fallido), el Parlamento se disolvió en diciembre, y una comisión ocupó su lugar. En su informe publicado en 1721, y gracias a los informes que el gerente Blunt había entregado a cambio de una amnistía parcial, se reveló un fraude de gran amplitud organizado por los directores de la compañía. Dichos directores fueron arrestados y llevados a la Torre de Londres. La mayor parte fueron desposeídos de sus bienes: así, a John Blunt no le quedaron más de 5.000 libras de las 183.000 que tenía, y James Craggs, miembro de la compañía y político y empresario, se suicidó.
Aunque el nuevo canciller y el primer ministro lord del tesoro, Robert Walpole, anunciaron una serie de medidas para restablecer la confianza pública y la solvencia de la compañía, la ruina de miles de personas no pudo evitarse y Gran Bretaña entró en una grave depresión económica.
La compañía continuó con su comercio (cuando no quedaba interrumpido por la guerra) hasta el final de la Guerra de los Siete años (1756-1763). Sin embargo, su principal función fue siempre manejar la deuda gubernamental más que comerciar con las colonias españolas.
La guerra española fue la causa fundamental de la primera gran crisis económica del mundo moderno.

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