La doctrina moral de Sócrates se conoce con el nombre de intelectualismo moral. Según esta teoría, basta con saber lo que es el bien para realizarlo y basta con saber lo que es el mal para no hacerlo. Por tanto, si los hombres hacemos el mal es por ignorancia, porque en el fondo no sabemos lo que hacemos.
Claro que no hemos de confundir las creencias y pensamientos de un individuo con las declaraciones que ese individuo realiza sobre sus pensamientos y creencias, pues una cosa es lo que uno dice creer y pensar, y otra es lo que realmente piensa y cree.
De ahí que, al considerar el abismo que separa el ámbito de nuestras creencias del ámbito de su puesta en práctica, tal vez haya que concluir que el abismo verdadero es el que existe entre lo que decimos que creemos y lo que creemos realmente.
Claro que no hemos de confundir las creencias y pensamientos de un individuo con las declaraciones que ese individuo realiza sobre sus pensamientos y creencias, pues una cosa es lo que uno dice creer y pensar, y otra es lo que realmente piensa y cree.
De ahí que, al considerar el abismo que separa el ámbito de nuestras creencias del ámbito de su puesta en práctica, tal vez haya que concluir que el abismo verdadero es el que existe entre lo que decimos que creemos y lo que creemos realmente.
En fin, sea como fuere, el caso es que las ideas sobre moral de poco sirven si no tienen consecuencias prácticas sobre nuestras acciones. Se comprende así la reacción de Mark Twain cuando un industrial, haciendo gala de sus elevados ideales, le confesó que tenía la firme convicción de peregrinar a Tierra Santa y subir al monte Sinaí para leer en voz alta los diez mandamientos. Al parecer, Twain le replicó:
-Y, en vez de eso, ¿por qué no se queda aquí y los pone en práctica?
-Y, en vez de eso, ¿por qué no se queda aquí y los pone en práctica?
La vida de Mark Twain (cuyo verdadero nombre era Samuel Langhorne Clemens) estuvo marcada por la enfermedad y la muerte de las personas a las que más quiso: era el sexto de siete hijos, de los que solo tres sobrevivieron a la infancia; su padre falleció de neumonía cuando él tenía 11 años; su hermano Henry murió en la explosión del Pennsylvania, vapor en el que trabajaba*; su hijo Langdon murió de difteria con tan solo 19 meses de edad; su hija Susy, de 24 años, murió de meningitis; su esposa Olivia enfermó en 1903 y falleció poco después (en 1904) de un paro cardíaco.
Un año después de este trágico hecho (en 1905), recibió una carta, firmada por un tal J.H. Todd (uno de tantos charlatanes vendedores de curas y remedios que hacían y hacen su agosto a costa de la desesperación de los demás), acompañada de un panfleto que hablaba maravillas de un remedio llamado Elixir de la Vida, que afirmaba curar, entre otras muchos padecimientos, la meningitis y la difteria (enfermedad que décadas antes había matado a su primer hijo). La respuesta de Twain**, dictada de inmediato a su secretaria, fue la siguiente:
"Querido Señor:
Su carta es un enigma insoluble para mí. La letra es buena y presenta carácter considerable y hay rastros aún de inteligencia en lo que usted dice, sin embargo, la carta y los anuncios que se acompañan profesan ser obra de la misma mano. La persona que escribió los anuncios es, sin duda, la persona más ignorante que vive ahora mismo en el planeta; también, sin duda, él es un idiota, un idiota del grado 33, descendiente de una procesión ancestral de idiotas que se remontan al eslabón perdido. Me desconcierta distinguir cómo la misma mano podría haber construido su carta y sus anuncios. Los rompecabezas me preocupan, me molestan los rompecabezas, los rompecabezas me exasperan; y siempre, por un momento, despiertan en mí un estado mental desagradable hacia la persona que me ha desconcertado. Tras unos momentos a partir de ahora mi resentimiento se habrá desvanecido y pasado, y estaré probablemente incluso orando por usted; pero mientras todavía hay tiempo me apresuro a desear que usted se tome una dosis de su propio veneno por error, y entre rápidamente en la condenación que usted y todos los demás asesinos de medicina de patente se han ganado tan despiadadamente y que tanto merecen."
* Samuel convenció a su hermano Henry para que trabajara con él como piloto fluvial. Henry murió el 21 de junio de 1858 en la explosión del Pennsylvania, vapor en el que trabajaba. Samuel había tenido una premonición de esta muerte en un realista sueño que tuviera un mes antes, lo que hizo que Mark Twain se interesara por la parapsicología; fue uno de los primeros miembros de la Society for Psychical Research (Sociedad para la Investigación Psíquica). Samuel se vio muy afectado y se sintió culpable durante el resto de su vida.
** Y que tantos hoy se merecen cuando anuncian o difunden remedios mágicos y efectivos contra el cáncer siguiendo una estricta dieta de pomelo y vinagre.
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