En 1830 el astrónomo Dyonisius Lamer (1793-1859) anunció que un barco de vapor jamás podría cruzar el Atlántico porque para ello necesitaría más carbón del que podía llevar a bordo. Del ferrocarril dijo algo parecido: los pasajeros morirían ahogados, pues a esa «tremenda» velocidad no podrían respirar.
En 1899, Charles H. Duell, el comisario de la Oficina de Patentes de Estados Unidos, le escribió una carta al presidente de Estados Unidos, William McKinley (1843-1901), pidiéndole que aboliera la oficina de patentes: «Todo lo que se puede inventar ha sido inventado».
El 10 de diciembre de 1903 el New York Times afirmó que era completamente inútil que la gente intentara volar, y advertía a Samuel Langley, en aquel entonces enzarzado en la construcción de una máquina voladora, que abandonara el proyecto y no derrochara tiempo, dinero y prestigio: «La vida es corta, y [Langley] es capaz de realizar servicios a la humanidad incomparablemente mayores de los que pueden ser obtenidos intentando volar. [...] Para estudiantes e investigadores del tipo de Langley hay empleos mucho más útiles». Una semana después de publicarse este texto los hermanos Wright realizaron su primer vuelo exitoso.
Algunos años después, en 1910, el astrónomo americano William H. Pickering escribió que «la imaginación popular a menudo se representa gigantescas máquinas voladoras lanzadas a través del Atlántico y transportando innumerables pasajeros de una forma análoga a nuestros modernos barcos de vapor. [...] Parece seguro decir que tales ideas son completamente visionarias, y que incluso si una máquina pudiera cruzarlo con uno o dos pasajeros el precio sería prohibitivo para cualquiera excepto para aquellos capitalistas que pueden poseer un yate propio».
El premio Nobel de Física, Albert Michelson (1852-1931), afirmó en 1903 que «las leyes más importantes y fundamentales de la Física han sido todas descubiertas, y éstas están actualmente tan firmemente establecidas que la posibilidad de ser jamás complementadas excede lo remoto».
La cosa tuvo su ironía, porque Albert Michelson, en compañía de Edward Williams Morley (1838-1923), demostró que no había un éter a través del cual viajara la luz, y que un fotón emitido desde la Tierra no tenía una velocidad igual a la de la luz más la de la Tierra, sino sólo la velocidad de la luz. En gran parte impulsado por estos resultados, Einstein desarrolló su teoría de la relatividad, un cambio completo de las leyes de la física sólo dos años después de que Michelson pronunciara su famosa profecía.
Pero no solo se equivocan científicos y periodistas.
El gran filósofo (pero pésimo arúspice) Auguste Comte(1798-1857) aseguró que una máquina jamás tendría fuerza suficiente como para escapar del campo gravitatorio de la Tierra y llegar a otros planetas.
Peter Villanueva Hering: Errores falacias y mentiras.
http://www.malavida.com/listas/tecnologia-de-hoy-imaginada-hace-100-anos-005622
http://th.physik.uni-frankfurt.de/~jr/physpiceingroup.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario