sábado, 10 de abril de 2010

El rapto de Perséfone y la primavera

Deméter (Cibeles, Ceres), hija de Cronos y Rhea y una de las numerosas consortes de Zeus, era considerada la diosa de la agricultura y la civilización. Sus cuidados estaban dirigidos principalmente hacia su hija Kore (Perséfone o Proserpina) quien, en la isla de Sicilia -su lugar favorito de descanso- paseaba sin rumbo durante todo el día por las praderas recogiendo flores a las faldas del monte Etna y danzando con las ninfas en la tranquila llanura de Enna.
Un día, Kore salió con sus doncellas para pasar la mañana recogiendo flores. Estas, alegres, entre cantos y risas atrajeron la atención de Hades (Plutón), quien paseaba en su negra carroza tirada por cuatro corceles negros. Para averiguar de dónde procedían esos sonidos, el Dios bajó de su carroza y observó a través del espeso follaje: observó a Kore sentada rodeada de flores con sus compañeras agrupadas a su alrededor. Una sola mirada bastó para convencerlo que su felicidad dependía de la posesión de esta joven criatura.
Pidió permiso a Zeus, padre de la joven. Zeus temía ofender a su hermano y le concedió su mano, pero también sabía que Démeter se negaría a dejar partir a su hija. Por esta razón, le aconsejó a Hades que la secuestrara, y lo ayudó a preparar el plan: hizo brotar del suelo una flor hermosísima (un narciso, o quizás un lirio) que atrajo la mirada de Kore, cuando quiso arrancarla, la tierra se abrió bajo sus pies y apareció Hades montado en su carro.
Hades, aprovechando la sorpresa de Kore, la tomó en sus brazos y, entre ruegos y forcejeos, la montó en su carro alejándose velozmente. Kore giró sus ojos llorosos para dar un último vistazo de despedida a la tierra madre que abandonaba mientras imaginaba la angustia de su madre cuando la buscara en vano por todas partes sin hallarla.
unas semillas de granada que gustosamente Kore comió. La reina de las sombras no podría retornar a la luz, ya que quien come en el Tártaro, a él debe volver. Finalmente, se decretó que por cada grano que hubiera comido, debería pasar un mes de cada año en el tenebroso reino de su marido. Así, la ahora llamada Perséfone debía permanecer seis meses de cada año con Hades y el tiempo restante en la soleada y fértil tierra junto a su madre. Hermes fue el elegido para acompañar a Pérsefone en su camino de salida y vuelta del Hades.

Satisfecho por el éxito de su empresa, Hades abrazó a su bella prisionera contra su pecho e intentó calmar su miedo, mientras los corceles aceleraban el paso a través del oscuro pasaje sin parar hasta llegar al trono del Inframundo.
Deméter comenzó inmediatamente la búsqueda de su hija desaparecida. La Diosa recorrió todo el mundo tratando de encontrarla a ella o al menos a alguien que le dijera dónde se encontraba.
Toda esta peregrinación de Deméter la agotó a tal punto que provocó el agotamiento y esterilidad de toda la tierra. No quiso volver con los dioses, ni ocuparse de sus funciones.
Adoptó la figura de una anciana y se dirigió a Eleusis.
Se dirigió al palacio de Céleo, rey del país y entró al servicio de su esposa, Metanira, como nodriza. Dos de los hijos del rey presenciaron el secuestro de Kore y con los datos que ellos le aportaron fue en busca de Hécate y con ella se presentaron ante Helios, que todo lo ve. Él reveló a Deméter toda la historia.
Muy enojada por lo sucedido, decidió no volver al Monte Olimpo y abdicar de su función divina hasta que no le devolvieran a su hija.
El voluntario destierro de la diosa volvía a la tierra estéril, impedía que los árboles tuvieran frutos y que las hierbas crecieran, a tal punto que amenazaba a la raza humana con la extinción.
Los Dioses estaban preocupados con esta alteración del orden del mundo y mandaron regalos de reconciliación y pedidos a Deméter para que volviera a ocupar su puesto. Ella se negó mientras no le devolvieran a su hija. Entonces Zeus ordenó a Hermes que llevase dos mensajes. Uno a Hades para que restituyese a Kore porque si no estarían todos perdidos. Y el otro a Deméter informando que sería devuelta su hija siempre y cuando ella no hubiera probado nada de la comida de los muertos.
Hades entonces permitió que su esposa se preparara para ir al encuentro con su madre, no sin antes ofrecerle
Cuando llegaba a la tierra, esta florecía y se llenaba de verde a su paso; mientras que a su regreso, la naturaleza, afligida por su partida, entraba en un ciclo de aridez y frialdad. Cada vez que se cerraban los portales del Hades, Perséfone se convertía en la Reina de las Sombras portando una antorcha en una mano y una granada en la otra, guiando a las almas en el mundo de los muertos.
Durante el tiempo que Perséfone está con su marido en el mundo de los muertos, la tierra es estéril. Cada primavera, cuando Perséfone sube para reencontrarse con su madre, la tierra se llena de plantas y flores para recibirla.


martes, 6 de abril de 2010

La España aislada


"No podría dejar de señalar a la atención de la Asamblea General la cuestión de España, cuestión suscitada por la existencia en tal país de un régimen fascista impuesto al pueblo español con la intervención armada de las Potencias del Eje. Repetidas veces, la cuestión de España ha reclamado la atención de diversos órganos de las Naciones Unidas. No es necesario que recuerde a Vds. la resolución que a este respecto fue aprobada por la Asamblea General durante la primera parte de su primer período de sesiones.
Es de lamentar que la dominación fascista en España no haya sufrido modificación alguna a pesar de la derrota de Alemania y del Japón. Resulta claro que, mientras continúe imperando en España, el régimen de Franco seguirá siendo una constante causa de desconfianza y desacuerdo entre los fundadores de las Naciones Unidas. Espero, por consiguiente, que los que nos han dado la victoria y la paz sepan asimismo encontrar los medios para. restaurar la libertad y el gobierno democrático en España". (Informe del Secretario General de las Naciones Unidas sobre la cuestión de España en diciembre de 1946)http://daccess-dds-ny.un.org/doc/RESOLUTION/GEN/NR0/035/92/IMG/NR003592.pdf?OpenElement

Tras la derrota del Eje, el Régimen de Franco padeció una etapa de aislamiento internacional: condenado su Régimen por una Resolución de Naciones Unidas de 1946, sufrió un bloqueo diplomático y económico. Franco tildó esta actitud de “antiespañola” y respondió el 9 de diciembre de 1946 con una masiva concentración en la plaza de Oriente de Madrid de apoyo al régimen. La consigna política era "esperar y aguantar" (la "impasibilidad ante amenazas e impertinencias" en palabras de Carrero Blanco). Paralelamente, la dictadura intentó una operación de constitucionalismo cosmético para satisfacer mínimamente la sensibilidad democrática exterior. El discurso del presidente de las Cortes franquistas (el carlista Esteban Bilbao) es una muestra clara de cómo justificaba el aparato fascista su papel de guardiana de Occidente.

Mientras, los que de verdad aguantaban eran los españoles: más de 200000 muertos por desnutrición desde 1939 hasta 1946, la tuberculosis se llevaba a una media de 25 mil personas al año y, solo en el año 1941, se registraron 53307 muertes por diarrea y enteritis, 4168 por fiebres tifoideas y 1644 por tifus.


La represión seguía siendo feroz: las huelgas obreras de 1946 y 1947 (las primeras del franquismo) dejaron un saldo de 14000 despedidos y 7000 trabajadores detenidos. Hasta el 7 de abril de 1948 se mantuvo el estado de guerra que había existido desde principios de la Guerra Civil (12 años antes), sin embargo, toda disidencia política, de la magnitud que fuera, siguió juzgándose en los tribunales militares.


En este contexto de hambre, revancha y miseria se contaba un chiste sobre las ideas que imaginaron desde el Régimen para superar la crisis estructural que vivía el país:


Un ministro de Franco entra atropelladamente en el despacho del caudillo y le dice:

- Exmo. Sr. Mis asesores y un servidor a usted y a la patria hemos llegado a una brillante conclusión tras varias semanas de reuniones y dos de ejercicios espirituales. Alemania ha recibido un billón y medio, Italia otro tanto y Francia casi tres billones de dólares. La cuestión es sencilla: hay que declararle la guerra a los Estados Unidos y, cuando seamos derrotados, nos llegará el dinero a raudales.

Franco gira la cabeza, serio, se queda pensando, lo mira fijamente a los ojos y, con esa voz varonil suya tan característica, dice:

- Sí, sí, muy bien, pero ¿y si ganamos?