Tras la derrota del Eje, el Régimen de Franco padeció una etapa de aislamiento internacional: condenado su Régimen por una Resolución de Naciones Unidas de 1946, sufrió un bloqueo diplomático y económico. Franco tildó esta actitud de “antiespañola” y respondió el 9 de diciembre de 1946 con una masiva concentración en la plaza de Oriente de Madrid de apoyo al régimen. La consigna política era "esperar y aguantar" (la "impasibilidad ante amenazas e impertinencias" en palabras de Carrero Blanco). Paralelamente, la dictadura intentó una operación de constitucionalismo cosmético para satisfacer mínimamente la sensibilidad democrática exterior. El discurso del presidente de las Cortes franquistas (el carlista Esteban Bilbao) es una muestra clara de cómo justificaba el aparato fascista su papel de guardiana de Occidente.
Mientras, los que de verdad aguantaban eran los españoles: más de 200000 muertos por desnutrición desde 1939 hasta 1946, la tuberculosis se llevaba a una media de 25 mil personas al año y, solo en el año 1941, se registraron 53307 muertes por diarrea y enteritis, 4168 por fiebres tifoideas y 1644 por tifus.
La represión seguía siendo feroz: las huelgas obreras de 1946 y 1947 (las primeras del franquismo) dejaron un saldo de 14000 despedidos y 7000 trabajadores detenidos. Hasta el 7 de abril de 1948 se mantuvo el estado de guerra que había existido desde principios de la Guerra Civil (12 años antes), sin embargo, toda disidencia política, de la magnitud que fuera, siguió juzgándose en los tribunales militares.
En este contexto de hambre, revancha y miseria se contaba un chiste sobre las ideas que imaginaron desde el Régimen para superar la crisis estructural que vivía el país:
Un ministro de Franco entra atropelladamente en el despacho del caudillo y le dice:
- Exmo. Sr. Mis asesores y un servidor a usted y a la patria hemos llegado a una brillante conclusión tras varias semanas de reuniones y dos de ejercicios espirituales. Alemania ha recibido un billón y medio, Italia otro tanto y Francia casi tres billones de dólares. La cuestión es sencilla: hay que declararle la guerra a los Estados Unidos y, cuando seamos derrotados, nos llegará el dinero a raudales.
Franco gira la cabeza, serio, se queda pensando, lo mira fijamente a los ojos y, con esa voz varonil suya tan característica, dice:
- Sí, sí, muy bien, pero ¿y si ganamos?
2 comentarios:
Hay que ver lo folclóricas que son los franquistas. Le ha faltado un golpe de bata de cola y largarse al fondo del escenario entre claveles y oles.
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