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Zenón de Elea, discípulo de Parménides, ha pasado a la historia de la filosofía como el iniciador de la dialéctica, entendida como el arte de la discusión y el triunfo sobre las tesis del adversario. Zenón debía estar ya un poco harto de que tantos filósofos tomaran por absurdas las tesis de su maestro, quien había defendido que el ser es uno, y no múltiple, y que permanecía eternamente inmóvil.
Pidió que imaginásemos una carrera entre Aquiles “el de los pies ligeros” y una tortuga. También supongamos que Aquiles le concede una ventaja inicial de varios metros a la tortuga. Pues bien, según Zenón, Aquiles nunca podrá alcanzar a la tortuga, pues mientras él recorra la distancia que le ha dejado de ventaja a la tortuga, ella recorrerá un nuevo trecho, y mientras Aquiles recorra ese nuevo trecho la tortuga recorrerá otro nuevo, y así sucesivamente. Aquiles, por tanto, nunca alcanzará a la tortuga.
Evidentemente, Zenón no pensaba que esto fuese cierto o que fuera imposible mostrar el movimiento, sino que era imposible demostrar racionalmente su existencia.
El argumento de Zenón parte de la hipótesis de que el espacio sea infinitamente divisible e intenta reducir esa misma hipótesis al absurdo.
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Agustín García Calvo en sus Lecturas presocráticas escribe que el razonamiento de Zenón no sería sino una manera de formular “la contradicción insuperable entre dos necesidades que necesariamente padecemos, la de contar, en cuanto a ser, con una oposición privativa, sin transiciones, entre lo que es una cosa y lo que no es y la de contar, en cuanto a haber, con una continuidad, esto es, una gradación innumerable (o interminablemente innumerable) de la cuantía”.
Suele decirse que la moderna teoría matemática desarma definitivamente los argumentos de Zenón, gracias al uso de los cálculos basados en el concepto de paso al límite.
Lo curioso, señala García Calvo, es que esos cálculos fueron inventados precisamente para resolver las aporías de Zenón.
De manera que, veinticinco siglos después de su creación, la tortuga de Zenón sigue vivita y coleando.
Hace unos años, Rafael Sánchez Ferlosio le dedicaba esta simpática seguidilla:
Caminito de Elea va una tortuga,
con veinticinco siglos en sus arrugas.
Zenón me llamo;
si veis venir a Aquiles,
que apriete el paso.
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González Calero, Pedro: Filosofía Para Bufones. Ariel, Barcelona, 2007
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