miércoles, 16 de diciembre de 2015

Mecenas

Cayo Cilnio Mecenas nació el año 67 a.C. y murió el 8 d.C. Amigo de Octavio Augusto, fue su confidente y consejero. Era hombre de vasta cultura y erudición, que supo ser guerrero cuando fue obligado por las circunstancias, acompañando al futuro emperador en varios combates. Al regresar a Roma, Mecenas ayudó al César a administrar justicia y dirigir el Imperio. Hombre rico, no quiso nunca figurar en política, de la que se mantenía cuidadosamente apartado. Era el amigo de su amigo, no el cortesano del emperador. 
Un día, Augusto presidía el tribunal y daba signos evidentes de irritación y de ganas de condenar al reo. Mecenas, que estaba entre el público, le hizo enviar una tablilla en la que había escrito: Surge, carnifex (Levántate, verdugo).
Estas pocas palabras bastaron para avergonzar al emperador, que suspendió la sesión hasta el día siguiente en que, calmado, pronunció la sentencia absolutoria que procedía. 
Hasta el año 23 a. C., Mecenas fue, junto con Agripa, el más cercano colaborador de Augusto en las tareas de gobierno y su suplente en varias de sus ausencias de Roma. En los últimos años, su relación con el futuro emperador se fue enfriando, probablemente debido a un escarceo amoroso que Augusto tuvo con su esposa Terencia. No obstante, cuando Mecenas murió, señaló a Augusto como su único heredero.
La esposa de Mecenas, Terencia, era hermosa y buena, pero él, gran mujeriego, se peleaba continuamente con ella. Se divorció y volvió a casarse con Terencia una veintena de veces, lo que hacía decir a Horacio:
—No se puede vivir con ella ni sin ella.
Mecenas era un gran vividor, amante de los placeres y la tranquilidad. Decía:
—Me da igual quedarme impotente, ser lisiado, gotoso, cojo o manco; lo que me importa es vivir.
Y a Augusto le aconsejó:
—No abuses de tu poder. Cuanto mayor es el poder más límites deben imponérsele.
Las ocupaciones políticas, sin embargo, nunca absorbieron totalmente a Mecenas. Muy al contrario, el influyente ministro de Augusto era conocido entre sus contemporáneos por su tren de vida derrochador y su afición ilimitada por los placeres y los refinamientos. De hecho, muchos consideraban estos gustos como un signo de molicie y afeminamiento, diciendo que podía «superar a una mujer en su dedicación a la indolencia y el lujo». Por esta razón, el propio Octavio se burló de él en una carta transmitida por Macrobio, en la que lo llamaba «diamante del Adriático, perla del Tíber, esmeralda de Cilnia, jaspe de Iguvium, berilo de Persenna, granate de Italia», haciendo alusión asimismo al gusto de Mecenas por las piedras preciosas.
Amante de las cosas bellas, protegió a Virgilio, que le dedicó sus Geórgicas, y a Horacio, que hizo otro tanto con varias de sus obras. Para atraer a todos estos poetas, Mecenas organizaba irresistibles banquetes y orgías, y les ofrecía influencia, dinero y favores. Por esa protección a los dos grandes poetas latinos, su nombre propio mereció ser elevado a común. 

Fisas, Carlos: Historias de la Historia. Planeta, Barcelona, 1989
https://latunicadeneso.wordpress.com/2014/07/15/mecenas-el-amigo-de-augusto-y-de-los-poetas/
http://es.wikipedia.org/wiki/Cayo_Cilnio_Mecenas

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