Tendemos a asociar las momias con el antiguo Egipto pero una gran cantidad de culturas en todo el mundo practica o ha practicado la momificación.
La tribu Anga de la región Aseki de Papúa Nueva Guinea es una de ellas. Sus momias no están envueltas en vendas ni se colocan en tumbas. Se dejan a la intemperie, en lo alto de un acantilado, a menudo con vistas al pueblo donde una vez vivieron.
Uno de los procesos más delicados de la momificación es la eliminación de la humedad de los cuerpos, porque el agua potencia la descomposición. Los antiguos egipcios lo lograron cubriendo los cuerpos muertos con sal y una mezcla de especias que tenían grandes propiedades de secado. La tribu Anga emplea una técnica más directa: se calientan los cuerpos muertos sobre un fuego.
La mayor parte de lo que se conoce acerca de las momias se basa en los cuentos exagerados de un solo explorador británico llamado Charles Higginson, que fue la primera persona en escribir un informe sobre los cadáveres ahumados en 1907. Higginson describió al pueblo Anga como salvajes sedientos de sangre que se bañaban en las entrañas de su propia familia durante el proceso de ahumado. "Pero si eso era así", razona Ian Lloyd Neubauer, que viajó a esta parte de Papúa Nueva Guinea y habló con la gente de allí "¿por qué no se comieron a Higginson, una persona solitaria e indefensa en medio de la nada y rodeada por ellos? ".
Después de que el cuerpo fuese ahumado y secado, se cubría con ocre, una forma arcillosa de óxido de hierro, para proteger los restos de los carroñeros y de los elementos. Incluso en las condiciones sofocantes de Papúa Nueva Guinea, que normalmente aceleran la descomposición de los cadáveres, el proceso funcionaba notablemente bien.
La momificación llegó a su fin en 1949, cuando los misioneros se asentaron de forma definitiva en Aseki.
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