
Se han hallado rastros de una criatura tipo milpiés de casi dos metros de longitud.
En esta época, los insectos aprendieron a volar, y lo hicieron con una pericia tan asombrosa que no han tenido la necesidad de modificar sus técnicas desde entonces. La libélula podía, entonces como ahora, volar a 50 kilómetros por hora, parar instantáneamente, mantenerse inmóvil en el aire, volar hacia atrás y elevarse de una forma que los seres humanos no llegamos a comprender. Richard Conniff se refiere a este tema cuando señala que "la Fuerza Aérea estadounidense las ha puesto en túneles de viento, para ver cómo se las arreglaban, y se desesperaron".
También ellas se atracaron de aquel aire tan rico y llegaron a hacerse grandes como cuervos en los bosques del carbonífero. Los árboles y el resto de la vegetación alcanzaron también proporciones exageradas. Los equisetos y los helechos crecieron hasta los 15 metros, los licopodios alcanzaron alturas de hasta 40 metros (algo así como la altura de un edificio de 12 plantas).
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